Historias de bajamar
Cuando el avión comienza su aproximación hacia cualquier aeropuerto de Bahamas es recomendable abrir bien los ojos con el fin de disfrutar de maravillosas perspectivas del Océano Atlántico, que parece teñido de un verde esmeralda intenso en algunas zonas. Y he escrito bien, pues en contra de lo que suele pensarse la costa de este estado insular no está bañada en ningún punto por el Mar Caribe sino por el mencionado océano. Aquí Cristóbal Colón vio y pisó tierra americana por vez primera, y la razón por la que el mar presenta ese impactante color verdoso, que permanece para siempre grabado en tu retina, no es otra que la escasa profundidad del Atlántico en esta zona. Las aguas bahameñas eran una auténtica trampa para los navíos que por aquí navegaban, que en muchas ocasiones quedaban irremediablemente encallados en sus bajíos y eran presa fácil de piratas y corsarios.
No está claro si debido a la numerosa presencia de piratas o por la escasez de agua potable en la comarca los españoles abandonaron el archipiélago allá por el siglo XVII. Y como es habitual en toda esta zona del golfo de México y alrededores, el territorio que los españoles iban dejando pasaba a manos de otros países europeos. En este caso fueron los ingleses los que aquí se asentaron y estas islas empezaron a ser conocidas como Bahamas, palabra que proviene del término castellano bajamar. Siempre aguas poco profundas, que nos permitían disfrutar de aquella diversidad de tonos verdosos y azulados mientras nos aproximábamos al aeropuerto de Nassau un día de primavera de 2007.
Nassau es la capital de Bahamas y está situada en la isla de New Providence, la más poblada del país a pesar de ser una de las menos extensas entre las que están habitadas. La ciudad en sí no tiene demasiados lugares de interés, salvo algún edificio colonial como el del Parlamento. A su puerto llegan numerosos cruceros, con lo que las calles adyacentes suelen estar atestadas de gente, en su mayor parte estadounidenses. También es habitual ver diversas muestras, tales como limousines, locales de comida rápida o incluso algún que otro tipo con sombrero vaquero, que prueban el influjo del poderoso vecino del norte sobre el país en general y sobre su capital en particular.
Por suerte, la inmensa mayoría de los pasajeros que llegan en los cruceros no van más allá de esas tiendas y restaurantes tan abundantes en las calles aledañas al puerto de Nassau, y el ambiente en el resto de New Providence es mucho más relajado. Es ésta una isla coralina y llana, de clima agradable y bonitas playas. La mayor parte de su población, como la de todo el país, desciende de los esclavos que llevaron allí los ingleses para trabajar en las plantaciones. Pero la escasez de agua y la poca fertilidad del terreno hicieron que los cultivos tuvieran escaso éxito, lo que llevó a una despoblación casi total del archipiélago. De hecho, aún hoy la mayoría de las casi setecientas islas que forman Bahamas están deshabitadas y la población total del estado es tan solo de unos trescientos mil habitantes, muy escasa con relación a su extensión total.
En diversos lugares de New Providence, especialmente en las inmediaciones de Nassau, pueden verse todavía viejas fortalezas levantadas por los europeos para protegerse de las incursiones enemigas. Era el caso del conocido como Fort Nassau, construido por los españoles y más tarde usado por los ingleses, que estaba emplazado donde hoy se asienta un hotel. O el llamado Fort Charlotte, erigido por los ingleses para proteger el oeste de la bahía de Nassau y desde donde puede verse a los cruceros llegando al actual puerto. O el pequeño Fort Montagu, más antiguo que el anterior y que protegía el lado este de la bahía. Sus cuatro cañones sirven como reminiscencia de aquel tiempo cuando las límpidas aguas bahameñas eran escenario de múltiples batallas por su control.