Sombras de bohemia
Viajé por vez primera a Praga en 1992 y quedé simplemente maravillado con la ciudad y su ambiente. Mis días en la entonces capital checoslovaca transcurrieron entre innumerables paseos por sus viejas calles, especialmente en Malá Strana, mi barrio favorito. La subida desde allí hasta el castillo transcurría tranquila, sin agobios. Y una vez dentro, era posible acercarse hasta Zlatá ulička sin que nadie te molestara en un paso tan estrecho. Tabernas históricas como U Kocoura o U Fleků estaban llenas de praguenses bebiendo cerveza y, a pesar de las barreras idiomáticas, no era difícil intercambiar algunas palabras con ellos, siempre amables con el visitante. Al caer la tarde pasaba junto a la Torre de la Pólvora camino del puente de Carlos, donde gente bohemia tocaba la guitarra y cantaba. Aquella era mi ciudad y no había otra que pudiera no ya comparársele, sino acercarse a ella siquiera.
En años inmediatamente posteriores efectué sucesivas visitas a la ciudad bohemia y empecé a notar algunos síntomas preocupantes. Las entradas a algunos monumentos o museos habían aumentado considerablemente su precio. Bares y restaurantes tradicionales comenzaban a ser territorio turístico. El puente de Carlos y los alrededores del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja estaban tomados por una fauna variopinta que nada tenía que ver con la gente local. El incremento del coste de la vida era evidente en todos los ámbitos. En mi ingenuidad pensé que todo era debido a que los efectos de la caída del comunismo se estaban empezando a notar y que a corto plazo las aguas volverían a su cauce.
Pasado un tiempo decidí retornar a Praga, con el convencimiento de que todo volvía a ser como antes. Me equivoqué por completo. Aquello ya empezaba a asemejarse al suburbano en hora punta. En las inmediaciones del castillo podían verse numerosos grupos de turistas pastoreados por sus correspondientes guías. Para poner el pie en Zlatá ulička era necesario dar algún que otro empujón. Las tabernas históricas aparecían copadas por los turistas, con los praguenses batiéndose en retirada hacia lugares menos concurridos fuera del centro. Los precios empezaban a estar desorbitados. Y, lo peor de todo, los antaño honestos bohemios estaban empezando a dejar de serlo y comenzaban a afanarse en el engaño y abuso del visitante.
El siglo XX tocaba a su fin cuando decidí dar una nueva oportunidad a mi ciudad. Lo hice en una época que suponía de escasa afluencia turística, pero ni por ésas. Las colas en el barrio judío eran de impresión y los precios de las entradas estaban a similar nivel. Casi cualquier calle de Staré Město estaba abarrotada de gente de la más diversa procedencia. El puente de Carlos estaba atestado de turistas sacando fotos a casi todo lo imaginable. La comida en U Svateho Tomase, una de mis tabernas favoritas, no recordaba nada a la de sus buenos tiempos y la cuenta era de guía Michelín. Los praguenses seguían en retirada en sus cuarteles de los suburbios y sin ninguna intención de volver al centro histórico ante la invasión que estaba teniendo efecto.
Tratando de escapar de las hordas conseguí alcanzar un pequeño parque escondido en Malá Strana, junto al río Moldava y con una preciosa vista del histórico puente a lo lejos. Pasé allí largos minutos, quizás horas, observando deslizarse a una pareja de cisnes sobre la superficie del agua y a la vez meditando sobre el devenir de aquella ciudad que tanto me apasionaba. Cuando llegó el momento de retornar, lo hice volviendo sobre mis pasos hacia la calle principal de mi barrio favorito y comprobé con horror que habían inaugurado un McDonald’s en un edificio histórico. Fue entonces cuando me di cuenta de que tanto Praga como sus habitantes y yo mismo habíamos perdido definitivamente la batalla.
Se une a la lista: Roma, Paris, Londres, Barcelona,…
Saludos viajeros
El LoBo BoBo
Esta sensación la he vivido especialmente en Praga, aunque también en otros lugares, especialmente los que tienen un centro histórico relativamente pequeño. De las que dices, lo noté especialmente en Roma, donde la afluencia de visitantes se ha incrementado notablemente con el paso de los años. Y últimamente en Estambul también me ocurrió, la ciudad tiene poco que ver con la que conocí hace casi 20 años.
Muchas gracias por tu comentario.
Muchas de las grandes ciudades son Grandes Parques Temáticos. Son los nuevos tiempos, en que (por suerte) el viajar se ha democratizado y no es cosa de cuatro ricos. Por desgracia, esto tiene sus inconvenientes, como todos los que explicas.
Yo visité Praga en el 99 y el 2001 y el cambio era evidente, y por desgracia, casi siempre para mal. Sin embargo, como bien dices, la batalla está perdida, de manera que mejor será disfrutar de las ciudades «celebrities» tal y como son ahora o irnos cada vez mal al este. Lviv, por ejemplo, aun me pareció bastante virgen, y «solo» colonizada de polacos, que lo tienen al lado.
Totalmente de acuerdo contigo, Jordi. Por suerte viajar ahora es accesible a todo el mundo y ha dejado de ser un coto de algunos. También coincido en las poblaciones similares a parques temáticos. Uno clarísimo es Venecia, y también sucede en localidades pequeñas, por ejemplo tuve esa sensación en Pedraza (Segovia), por decir una.
En Lviv no he estado, pero cuando fui a Chernivtsi hace unos años debíamos de ser los únicos extranjeros casi seguro. Es la ciudad de Europa donde menos turistas he visto, con diferencia (no había otros), y merece mucho la pena.
Muchas gracias por tu aportación.
Yo fui en el 99 también y aunque no la conocía antes ya se veían tiendas que antaño ni de coña, tipo Hermés. Supongo que ahora estará mucho peor y mira que la ciudad es preciosa. Me hubiese gustado conocerla mucho antes.
A pesar de todos los pesares, en cuanto a belleza hay pocas ciudades que puedan compararse con Praga. Ahora no sé como estará, tengo sentimientos encontrados. Por un lado me gustaría mucho volver para enseñársela a mis hijos, por otro temo decepcionarme aún más.
Muchas gracias por tu comentario.
Cierto es preciosa, de cuento, ne encanta la calle Nerudova…y la cerveza estaba muy rica…creo que volveré 🙂
Muy bonita la calle Nerudova, que no está dedicada a Pablo Neruda como puede pensarse sino a Jan Neruda, el autor checo de quien el chileno tomó su seudónimo. Está en Malá Strana además, y al principio se encontraba (no sé si sigue todavía allí) U Kocoura, una de mis tabernas favoritas de la ciudad. ¡Qué recuerdos!
Yo fui en el 96 por primera vez. Fui a ver a una amiga en Heidelberg y una vez alli propuso pasar unos días en Praga. Sin internet, sin haber mirado nada especifico en libros porque no sabia que iba a ir y sin un entorno viajero que hubiese ido, me pillo bastante de sorpresa que fuese TAN bonita. De hecho fue un gran momento para mi vida viajera.
Además fui en Febrero y no habia mucha gente, aunque si bastante frio.
Volví en el 97 en verano y estaba petado del todo. Pero igual de bonita. Lei que del 97 al 2001 Praga fue el destino mas visitado por turistas spanish, mas que Paris y todo. Las excursiones de institutos y unis iban alli por los precios.
Yo a Praga la pongo en el escalón de arriba del podio europeo, con Roma, Paris y San Petersburgo.
Praga en febrero del 96 debía ser algo así como el paraíso, a pesar del mal tiempo. Las dos últimas veces que visité la ciudad me sorprendió enormemente la cantidad de españoles que veías en las calles. Y una gran mayoría de cierta edad, pensé que quizás fueran hasta allí los viajes del Imserso.
Para mí Praga también está en el podio de las grandes (por número de habitantes) ciudades europeas, en mi caso junto a Estocolmo y quizás Londres o Roma. De las de mediano tamaño creo que las medallas se las adjudicaría a Dubrovnik, Vicenza y Segovia, sin pensarlo mucho.
Muchas gracias por tu aportación.