Novodevichi (por Jorge Sánchez)
Moscú es la capital europea con más Patrimonios de la Humanidad, tres, mientras que a Madrid aún no le han concedido ni uno. Además del Kremlin y la iglesia de la Ascensión de Kolomenskoye, Moscú también cuenta con otro sitio maravilloso, como es el Monasterio de las Doncellas, o Novodevichi, donde actualmente viven varias decenas de novicias. Está cerca del centro, la parada del Metro que te deja al lado se llama Sportivnaya.
Fue en Enero del año 2016 cuando decidí revisitar este monasterio, pues las veces anteriores, en tiempos de la URSS, no poseía cámara de fotos.
De hecho la visita al complejo amurallado es gratuita. El billete de entrada (300 rublos) te da derecho a entrar en dos museos; en uno se preservan iconos de gran belleza y te explican la historia sobre la famosa y benevolente Madre Superiora Serafina, que murió a finales del siglo XX. En el segundo museo te muestran sobre la invasión de Moscú por parte de las tropas de Napoleón a principios del siglo XIX y los destrozos y saqueos que realizaron los franceses. Todo es muy didáctico y te permiten hacer fotos sin flash. Además, dentro de las murallas está la Torre Octogonal, la Catedral Nuestra Señora de Smolensk y el Refectorio, lugares que merecen la pena ser visitados, pero las monjas no te permiten hacer fotografías en el interior.
En el territorio de Novodevichi se hallan varias tumbas, siendo la más famosa la de la Madre Serafina, seguida por la del guerrillero y, además, poeta Denis Davidov, un héroe muy querido por los rusos que luchó contra los soldados franceses de Napoleón que invadieron Rusia. Lev Tolstoy se inspiró en varios de los episodios bélicos de Denis Davidov para escribir su gran obra Guerra y Paz. Anexo al monasterio de Novodevichi hay otro cementerio, mucho más grande, donde están enterrados personajes célebres, como el ex presidente Boris Yeltsin, la esposa del ex presidente Gorbachov, escritores varios como Gogol, Chejov o Mikhail Bulgakov, y hasta ajedrecistas que han sido campeones del mundo, como Mikhail Botvinnik y Smislov.
Tres horas fueron suficientes para recordar mis viajes anteriores a este monasterio. Tras ello me marché a visitar otros sitios de Moscú, tales como el interior del Kremlin.