Hermano indio
Entre las diversas órdenes religiosas existentes en la Iglesia católica, la Orden Franciscana goza de indudable renombre. Fundada por San Francisco de Asís a comienzos del siglo XIII, se caracteriza por los votos de pobreza, castidad y obediencia, representados por tres nudos en el cordón con el que sus hermanos se ciñen el hábito a la cintura. También lo hacen por su respeto hacia el medio ambiente, cualidad heredada de las enseñanzas de su fundador, que consideraba a los animales como criaturas de Dios y mantenía con ellos una relación fraternal. Estimulados por el propio Padre Francisco, los franciscanos además han contribuido a la expansión del mensaje evangélico por el mundo, generalmente realizando viajes de dos en dos.
No fueron dos, sino doce, los franciscanos que arribaron al virreinato de Nueva España en 1524, reclamados por el propio Hernán Cortés. Procedían del convento de San Francisco, localizado junto a la población extremeña de Belvís de Monroy, e iban guiados por Fray Martín de Valencia, uno de los fundadores del mencionado convento. Tras arribar al puerto de Veracruz, se dirigieron hacia Tlaxcala y desde allí enfilaron hacia el Popocatépetl, donde Cortés salió a su encuentro. Iba el de Medellín en compañía de Cuauhtémoc y al encontrarse con los frailes se arrodilló y besó la túnica de Fray Martín, hecho inmortalizado en un lienzo que se halla en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Amecameca.
Crédito: Carmen Moreno
Aunque diversos historiadores sitúan la localidad natal de Fray Martín de Valencia en la población leonesa de Valencia de Don Juan, algunos otros se la asignan a la villa extremeña de Valencia de Alcántara. Es el caso de Pascual Madoz, quien en su Diccionario histórico-geográfico de Extremadura afirma que es patria de los venerables fray Pedro Melgar y fray Martín de Valencia. Sin ánimo de polemizar al respecto, parece más lógica esta última opción, puesto que el hermano Martín siempre estuvo ligado a la denominada Provincia de San Gabriel, compuesta por diversos conventos franciscanos en tierras de Extremadura. Entre ellos ocupaba un lugar destacado el convento de San Francisco de Belvís de Monroy, fundado por el propio Fray Martín junto al también valenciano-alcantarino Fray Pedro Melgar y que fue el germen de la evangelización franciscana en América.
Nativo de Valencia de Alcántara era también Fray Miguel de Valencia, que encaminó sus pasos hacia el virreinato de Nueva España siguiendo los de su paisano Fray Martín. Llegó hasta allí en 1571 y en tierras mexicanas se mantuvo nada menos que durante treinta y dos años, desplazándose a pie entre las poblaciones y dedicado a la enseñanza de los indígenas. Se calcula que bautizó a unas veinticuatro mil personas y, cuando tuvo que volver a España debido a su avanzada edad, fue echado mucho de menos según cuentan las crónicas. Fray Miguel pasó sus últimos años en el convento de San Bartolomé de su localidad natal, donde falleció ya bien entrado el siglo XVII lamentando no haber podido retornar a Nueva España para continuar con sus labores evangelizadoras.
Justo ahora se cumplen cuatro siglos de la muerte de Fray Miguel de Valencia, fallecido en Valencia de Alcántara en 1621. El paso del tiempo ha sepultado en el olvido la memoria de los franciscanos en una localidad que siempre los apoyó, ayudando incluso económicamente a reconstruir el ya por entonces denominado Convento de San Francisco tras su destrucción por tropas portuguesas en el siglo XVIII. Probablemente una sensación de tristeza invadiría a Fray Martín, Fray Pedro Melgar y Fray Miguel si fueran conscientes del anticlericalismo galopante de la sociedad española en general y valenciano-alcantarina en particular. Que incluso lleva a la mayoría de sus ciudadanos a renegar de la labor educativa franciscana en el continente americano. Vaya desde aquí mi reconocimiento a estos paisanos que dedicaron su vida a ayudar a sus hermanos, sin importarles que su tarea no fuera del todo bien entendida por las generaciones futuras.