En plena armonía
Tanto tiempo conviviendo en plena armonía y ni siquiera había oído hablar de él. Debo admitir que el nombre de Juan Delgado representaba un arcano para mí hasta hace escasas fechas. Ni siquiera eso, puesto que no recuerdo haberlo oído jamás. Más aun, me habría resultado imposible situarlo en el tiempo y el espacio de haber sido tentado a ello. Un destello de luz se abrió unos días atrás, mientras miraba con parsimonia la transcripción de unos números de la revista El Curioso Averiguador, publicada en Valencia de Alcántara a comienzos del siglo XX. En ella, aunque con algún error geográfico de considerable magnitud, como el de situar al inca Atahualpa en México, se hablaba de un tal Juan Delgado de Valencia.
A la manera del rayo, esa curiosidad que no cesa me aguijoneó al instante y comencé a buscar información sobre tan desconocido personaje. Y la primera sorpresa no tardó en llegar. Existía una calle con esa denominación muy cerca de la casa donde pasé mi infancia. Decenas, centenares, quizás miles de veces la he atravesado cuando me dirigía al colegio donde, con la cruz y casi con la espada, me impartieron la educación primaria. Otras tantas cuando iba hacia el instituto en el que vieron la luz aquellos instintos adolescentes tan lejanos y casi olvidados ya. Juan Delgado y yo éramos vecinos de toda la vida y ni siquiera había caído en la cuenta.
Muy poco o nada se sabe de la vida de Juan Delgado en Valencia de Alcántara. Probablemente nació en los albores del siglo XVI, siendo, por consiguiente, contemporáneo del monarca Carlos I. La manera en la que llegó al actual Perú es desconocida. Sin embargo, el testimonio de algunos contemporáneos lo sitúan junto a Francisco Pizarro en la localidad de Cajamarca a finales de 1532. Habían sido invitados por el caudillo inca Atahualpa y hasta allí llegó un puñado de hombres entre los que se encontraban Hernando de Soto, Hernando Pizarro y el trompetilla Pedro de Alconchel, además de los mencionados. Audaces y temerosos ante lo que les esperaba, a tenor de la multitud de indígenas congregada ante ellos y dispuesta a hacer valer su superioridad numérica.
Jamás he juzgado hechos históricos con la mentalidad bien pensante del siglo XXI y no voy a hacerlo ahora. Quienes entran en ese juego, entre ellos buena parte de los paisanos de Juan Delgado, siempre proclives a lo políticamente correcto, se equivocan de pleno. Lo único cierto en esta historia es que Pizarro y sus hombres acabaron con la vida de Atahualpa y se repartieron sus riquezas, durante el episodio conocido como reparto de Cajamarca. Cuentan las crónicas que al trujillano se le saltaron las lágrimas cuando no tuvo más remedio que ajusticiar al inca y que le prometió hacerse cargo de sus hijos, todavía niños entonces.
Y así se hizo. El propio Juan Delgado apadrinó a Quispe Tupac, hijo pequeño de Atahualpa, a quien bautizaron con el nombre de Juan. Según el testimonio del propio Delgado, una de las hijas del caudillo inca, bautizada como María, se casó con el también extremeño Blas Gómez. Sobre el destino final de aquel pionero valenciano nada se sabe. Lo más probable es que no abandonara jamás el continente americano, aunque me gustaría creer que retornase a su tierra a disfrutar de su fortuna. Y que, ya anciano, relatara sus hazañas a un niño llamado Martín de Santibáñez, quien más tarde las llegaría a emular e incluso a superarlas. Estoy seguro de que el viejo Delgado y el todavía tierno Santibáñez, lamentablemente sin calle en Valencia de Alcántara aún, habrían hablado el mismo lenguaje y disfrutado de plena armonía.
La verdad es que no había oído hablar de él hasta que me lo mencionaste. Interesante saber que hubo paisanos en la conquista de las «americas»
Lo triste es que en Valencia de Alcántara no se ha preocupado nadie por destacar las figuras de estos ilustres paisanos. Tanto Martín de Santibáñez como Juan Delgado merecen un reconocimiento por parte de las autoridades locales. El último al menos tiene calle; el primero ni eso. Hay alguno más que alcanzó cierta relevancia en América, aunque a ello le une el hecho de ser religioso. Como puedes imaginar, la oscuridad en este caso es aún más grande por parte de la siempre políticamente correcta corporación local valenciana.
Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.
Gracias por la mención a mi hermano en los créditos. Un abrazo.
De nada. Gracias a tu hermano por las fotos y a ti por solicitárselas.