Valparaíso (por Jorge Sánchez)
A la llegada a la estación de autobuses de Valparaíso, la Oficina de Información y Turismo me proporcionó un mapa gratuito con la zona declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. De hecho, esa zona comprendía todo el centro, incluido el puerto, donde yo ya había estado 30 años atrás buscando (en vano) un barco para la isla de Pascua. Pero en aquellos tiempos Valparaíso no había sido declarada ciudad patrimonial y apenas visité el puerto. Por ello, 30 años después invertí casi un día entero en recorrerla a pie, cosa que, al ser una ciudad de sólo un cuarto de millón de habitantes, no se hace pesado.
La ciudad fundada en 1536 por el manchego Juan de Saavedra, que era oriundo de Valparaíso de Arriba (en Cuenca). Posteriormente fue poblada, además de por españoles, por italianos, alemanes e ingleses. La arquitectura de Valparaíso es una mezcla de estilos español colonial y de victoriano inglés. Los marineros ingleses denominaban a Valparaíso la «pequeña Londres».
Allí llaman ascensores a los funiculares. Había muchos. Yo abordé el último y caminaría hasta alcanzar el primero, para así recorrer la parte histórica como Dios manda. La primera visión panorámica de la ciudad desde donde me dejó el funicular impone y no recuerdo haber subido a esos cerros en mi primer viaje. Era cierto que la bahía parecía un anfiteatro, como afirmaba un folleto turístico. Muchas casas estaban pintadas de colores vistosos. Una iglesia, llamada de La Matriz, era la más antigua; había sido saqueada por el sanguinario pirata inglés Drake (quien además de criminal fue esclavista), y en la actualidad se trataba de una reconstrucción. Subía y bajaba colinas admirando la arquitectura, y allí donde veía una iglesia abierta, entraba para comprar un cirio.
Por el centro, junto al puerto, había muchos monumentos, predominando los colocados allá por los ingleses, como un gran arco de triunfo. Acerca de los españoles leí en las calles céntricas un letrero que me hizo gracia. Se titulaba «Jesuitas y locos exploradores». Decía así:
«Corría el siglo XVI y hasta aquí llegaban cientos de excursionistas españoles en busca de la mítica Ciudad de los Césares, una villa llena de oro y plata, de la que daban cuenta los incas y los indios de la Patagonia…»
Cuando empezaba a oscurecer abandoné Valparaíso y regresé en autobús a Santiago.