Patmos (por Jorge Sánchez)
Navegué desde Kusadasi, en Turquía, hasta la isla de Samos, y dos días más tarde arribé a la isla de Patmos, en el archipiélago del Dodecaneso. Desde el puerto subí por una colina durante unos 30 minutos, hasta que alcancé el monasterio de San Juan el Teólogo, fundado el siglo XI por Christodoulos, un monje del Asia Menor.
El monasterio parecía una fortaleza. En su interior se localizaba la Gruta del Apocalipsis. A pesar de ser muy temprano, los portones estaban abiertos. Adentro estaban celebrando su fundación por el monje Christodoulos, con vinos y bollos de nata, así que aproveché para servirme, al declararme peregrino y pude desayunar. Había una tienda en el monasterio donde vendían el Libro de la Revelación y postales de los sitios más sagrados, así como pequeños iconos de madera. Entré en la Gruta del Apocalipsis, donde Juan de Patmos obtuvo sus visiones y las dictó a su discípulo Procoro. El presenciar esta gruta siendo sabedor de su importancia bíblica, me emocionó hasta el máximo de los extremos.
No me permitirían alojarme en el monasterio, ni siquiera tumbado sobre mi saco de dormir en el interior de la Gruta del Apocalipsis, como le rogué al archimandrita pues al ser ése un día especial, todas las celdas estaban ocupadas esa noche con huéspedes venidos desde otras islas, incluso desde Atenas, y tenían preferencia sobre los peregrinos extranjeros como yo.
Cuando comprobé que ya había visitado el monasterio por todas partes, por delante y por detrás, por dentro y por fuera, por arriba y por abajo, descendí al puerto de Skala, dormí sobre un banco de madera de respaldo curvo (mis preferidos) y a la mañana siguiente abordé un barco hacia El Pireo.