Kazán (por Jorge Sánchez)
La mejor forma de alcanzar Kazán es en barco, a través del río Volga, para apreciar su Kremlin blanco. La primera vez que estuve en Kazán fue durante los tiempos de la URSS. Pasé un día y una noche. Llegué a esa ciudad en barco y salí también en barco. Fue muy romántico. Ese día visité el Kremlin y diversas iglesias y mezquitas más la calle peatonal y la Universidad, donde estudió leyes y lenguas orientales el escritor Lev Tolstoy. Casualmente, en esa misma universidad también había estudiado Lenin, un personaje a quien no tengo ningún aprecio. Pero yo sólo fui a esa universidad por Lev Tolstoy, y en ese mismo viaje también visitaría su tumba, en Yasnaya Polyana.
La segunda vez, ya en el siglo XXI, arribé a Kazán en tren. Desde la estación se observaban sobre la cima de una colina las cúpulas de la iglesia y la mezquita en el interior del Kremlin. Aunque en Kazán existe Metro y una estación se llama precisamente Kremlin y te lleva a su puerta, preferí caminar, pues es a pie que se conoce una ciudad a conciencia.
En la entrada observé el signo de UNESCO, algo nuevo para mí, pues durante mi primera visita la ciudad no había obtenido tal distinción.
Todo lo encontré nuevo esa segunda vez, vi carros tirados a caballos que se ofrecían a los turistas (todos rusos, a juzgar por la lengua que utilizaban; no observé ningún extranjero) y encontré más colorido su Kremlin, más exótico (al menos para un viajero de cultura cristiana), y más encantador. Por la noche regresé a pie a la estación de trenes y proseguí mi viaje.