Lord Howe (por Jorge Sánchez)
Visitar Lord Howe me supuso cerca de 1000 euros de mi exiguo presupuesto de viaje, entre los billetes de avión más el precio disparatado del hotel más barato. A punto estuve de sacrificar el viajar a este sitio, pero al final pudo más la curiosidad que el coste, pues me hallaba al inicio de un viaje y todavía tenía dinero. Si hubiera sido al final del mismo me habría tenido que volver a casa sin conocer esta isla. Pero todo tiene su precio; al final, por volar a Lord Howe, tuve que sacrificar otras islas, como las Trobriand, en Papúa Nueva Guinea, todavía más interesantes que Lord Howe, pues en ellas las mujeres papúas seducen a los hombres. Antes de volar a Lord Howe reservé por Internet el vuelo combinado con 3 noches de hotel, la cantidad mínima para poder obtener el permiso. Si se intenta volar a Lord Howe sin la reserva de hotel, no te entregan la tarjeta de embarque en el aeropuerto. Y ni hablar de explicar en el aeropuerto que uno va a acampar en esa isla, lo que está terminantemente prohibido. En fin, a lo hecho, pecho.
En el aeropuerto me esperaba la dueña del alojamiento. Primero me paseó con su coche por la isla y me dio explicaciones sobre su flora y su fauna. La isla era preciosa, de ensueño, tal vez demasiado perfecta para ser verdadera; yo de inmediato la bauticé Barbie Island. Me alojé en un cottage encantador, en una planta baja con cama de matrimonio, cocina, un patio, árboles frutales, una hamaca, y la nevera estaba llena con botellas de leche, huevos y bollos de nata… aquello era un verdadero lujo en mis condiciones, pues varias noches atrás las había pasado durmiendo en los asientos de madera del aeropuerto de Sídney.
Todo era caro en esa isla, hasta los productos del supermercado. El museo era gratuito, menos mal, y lo visité tres veces, una por día, para aprovechar y aprender bien la historia de la isla, que había sido descubierta durante una expedición de la Royal Navy que iba a los penales de la vecina isla de Norfolk, y la bautizó con el apellido del primer lord del Almirantazgo: Richard Howe. La isla siempre había estado deshabitada, por eso su historia humana comienza con la llegada de los ingleses.
Trataba de alimentarme del contenido de la nevera, pero a veces compraba, para complementar, productos del supermercado. Menos mal que el día siguiente era domingo, fui a misa y al comprarle un cirio al monaguillo hice amistad con él y me invitó las dos últimas noches a cenar en su restaurante. El monaguillo era chino y había viajado a España en sus años mozos. Su esposa era nativa de las Islas Salomón. Ambos eran muy simpáticos y al saber que era español se mostraron muy complacidos. Paseaba por la isla y me bañaba en sus playas, pero es tan pequeña que en un día se visita todo y se ascienden a sus picos. Muchos pájaros me sobrevolaban y había letreros que pedían prudencia a los conductores de vehículos para no atropellarlos.
El cuarto día viajé a Australia continental para un día más tarde volar a la Isla Norfolk y allí visitar los siniestros penales ingleses, otro Patrimonio de la Humanidad de UNESCO. Menos mal que en esa nueva isla no me exigieron reservar hotel y pude así dormir de modo gratuito en el follaje de las celdas de los antiguos penales.