Dazu (por Jorge Sánchez)
Tenía a mi disposición cinco montañas adonde dirigirme para admirar este Patrimonio de la Humanidad:
– Shizhuan Shan, con esculturas del siglo XI
– Bei Shan, con estatuas representando el Budismo Tántrico
– Nan Shan, con estatuas del siglo XII, la mayoría Taoístas
– Shimen Shan, con esculturas con motivos Budistas y Taoístas
– Baoding Shan, con estatuas Budistas en una garganta con forma de U
De haber visitado las cinco montañas me habría empachado de estatuas, así que mi intuición me hizo seleccionar Baoding, la última, porque había leído que su autor, el sabio monje Zhao Zhifeng, había trabajado en esa garganta durante 70 años, y deduje que habría alcanzado el estado de Nirvana.
Llegué a Baoding Shan (Shan significa montaña en chino) en el asiento de atrás de una moto. Compré el billete de entrada y durante todo ese día contemplé el complejo de estatuas a lo largo de una garganta, sin dejarme ni una, tomando notas de todas ellas, leyendo los letreros y, ante algunas, meditando. Allí había sabiduría labrada en piedra; Baoding Shan era una escuela esotérica al aire libre para estudiar y poner en práctica los conocimientos que allí se ofrecen para intentar superar la condición de bípedo implume que adquirimos al nacer, y aprender a vivir correctamente. Las esculturas que más me llegaron al alma fueron las de la Rueda de la Vida, el Buda Shakyamuni y su piedad, el nicho de los seis animales que simbolizan los seis sentidos del ser humano (vista, oído, olfato, tacto, gusto, e intuición), Avalokitesvara, los tres santos de la escuela budista de Huayan, diversos Bodhisattvas, y un largo etcétera.
Por la noche viajé en autobuses y trenes hacia otro Patrimonio de la Humanidad de la organización UNESCO: los Santuarios del Panda Gigante de Sichuan.