Selimiye (por Jorge Sánchez)
El autobús búlgaro que abordé en Plovdiv no pasaba por Edirne, la antigua Adrianópolis, sino que me dejó en un cruce de carreteras a 6 kilómetros de distancia. Caminé durante una hora y pronto divisé la ciudad. Cerca del zoco advertí un caravanserai del siglo XVI que en el pasado alojaba a las caravanas de camellos que realizaban la Ruta de la Seda, adonde entré para admirarlo por dentro. Hacía las veces de un hotel y a precios muy moderados, así que alquilé una habitación para esa noche.
La primera visita que realicé a esa ciudad fue a la Mezquita de Selim, nombrada así en honor al sultán Selim II. Antes de llegar observé un monumento de piedra dedicado a su creador, el arquitecto Miman Sinan. Me dejaron entrar en la mezquita sin preguntarme si era cristiano o musulmán. Allí vi a diversos fieles rezando, o bien charlando desenfadadamente, y había quien se estaba echando una cabezadita tumbado en el suelo, sobre las alfombras. Cuando salí miré con más atención los cuatro minaretes, pues uno de los fieles que rezaban me lo había aconsejado, al estar considerados los más altos del mundo musulmán.
Justo en el complejo de la mezquita había un museo adyacente, gratuito, y además me regalaron folletos con explicaciones en español. Era la antigua madrasa, o escuela del Corán. Por las salas leí todos los letreros relacionados con Sinan y…. ¡Eureka! ¡El caravanserai donde estaba alojado había sido construido por Sinan! Me dio mucha alegría saber que iba a dormir en un sitio tan histórico relacionado con tan extraordinario arquitecto. No cabía en mi alborozo y al poco rato, como viera que leía los letreros sin atención, sin enterarme del contenido, pues mi mente y mis emociones estaban en el caravanserai, salí del museo y lo celebré comprando en el zoco medio kilo de dulces de miel y frutas exóticas, más una botellita de raki, que me subí a mi habitación histórica en el caravanserai para saborear la atmósfera.
A media tarde, tras la siesta, salí a recorrer la ciudad, hasta la noche. Por la mañana viajé primero a Gelibolu (Galípoli), donde abordé un barco para cruzar el Estrecho de los Dardanelos, y me fui a viajar a otra parte.