15 especies de mamíferos en su entorno
Salvo muy contadas excepciones, ceñidas en exclusiva a algún estado africano, el hecho de ver animales nunca ha sido la motivación principal en mis viajes. Antes de que los animalistas, siempre con la guadaña enhiesta, se me echen al cuello con la sana intención de rebanármelo, alegaré en mi defensa que los animales salvajes me causan tal respeto que procuro no molestarlos lo más mínimo, algo de lo que muchos aficionados deberían tomar nota. Debo admitir que la admiración que siento por la fauna salvaje se torna en desidia por la doméstica, pero ésa es otra historia que se sale del ámbito en el que pretendo desarrollar esta entrada.
Como decía, salvo excepciones nunca me he sentido motivado para viajar por la existencia o no de fauna específica en el destino elegido. No pretendo despreciar con ello la vida salvaje, que me resulta ciertamente valiosa y a la que creo que los gobiernos deberían prestar una atención mucho mayor a la habitual. Sin embargo, bien haya sido por casualidad o por introducir una variante en mi frecuente atención a las creaciones humanas, el mundo animal ha desfilado también ante mi retina en diversas ocasiones. Y en general me ha causado una impresión tan grata como la que me produjeron estas quince especies de mamíferos sobre las que hablo aquí.
Elefantes en Amboseli (Kenia): La imagen de un elefante africano (Loxodonta africana) en libertad y a escasa distancia de tus ojos se recuerda toda la vida. Un excelente lugar para verlos es la reserva keniata de Amboseli, donde una población superior al millar de ejemplares vagan libremente por sus interminables pastizales, siempre con la mole del Kilimanjaro de fondo.
Ballenas en Húsavík (Islandia): Si la estampa de un elefante africano impresiona, la de una ballena no se queda atrás. Diversas especies diferentes pueden llegar a verse en la población islandesa de Húsavík, entre ellas la impresionante ballena azul, el animal más grande del que se tiene constancia. Aunque no tuve tanta suerte, al menos pude vislumbrar algunos ejemplares de ballena jorobada (Megaptera novaeangliae), también denominada yubarta y que puede alcanzar los quince metros de longitud.
Jirafas en Lago Manyara (Tanzania): A pesar de ser más conocido por su avifauna o por los leones de los que se asegura trepan a los árboles, el tanzano Lago Manyara también concentra numerosos herbívoros que se acercan hasta allí en busca de sus apreciadas sales minerales. Entre ellos puede verse habitualmente a ejemplares de jirafa masai (Giraffa camelopardalis tippelskirchi), endémica del sur de Kenia y Tanzania.
Yaks en Songköl Too (Kirguistán): El yak (Bos mutus) es un bóvido que, en su versión masculina, puede llegar a alcanzar los dos metros en la cruz y pesar una tonelada. Habitan a partir de altitudes cercanas a los cuatro mil metros y, en la actualidad, son escasos en estado salvaje. Tampoco resulta sencillo verlos en estado doméstico debido a la altura a la que viven, de ahí mi emoción cuando me encontré de casualidad con algunos ejemplares en las montañas kirguisas de Songköl Too, macizo que forma parte de la cordillera del Tian Shan.
Leones en Serengeti (Tanzania): Siempre me ha hecho gracia el apelativo de rey de la selva para referirse al león (Panthera leo). Al menos en la actualidad, y seguramente desde mucho tiempo atrás, los leones no viven en la selva, sino en la sabana. En este hábitat disponen de espacios considerablemente más abiertos, que facilitan su actividad depredadora. ¿El mejor lugar para verlos? El Serengeti, sin duda.
Koalas en Kuranda (Australia): A diferencia de lo que suele pensarse el koala (Phascolarctos cinereus) no habita en toda Australia, sino tan solo en la costa este de la isla. Especialmente en el estado de Queensland, donde este marsupial está considerado el emblema de su fauna. No resulta sencillo verlos en libertad, aunque existen algunos lugares como Kuranda donde es posible interactuar con ellos en su hábitat.
Grandes Kudús en Kruger (Sudáfrica): Desconozco si tiene relación con el subconsciente, pero los antílopes de grandes cuernos siempre me han atraído. En especial el gran kudú (Tragelaphus strepsiceros), cuyas defensas helicoidales me dejaron asombrado la primera vez que lo vi en el sudafricano Parque Nacional Kruger. Tan solo los eland superan en tamaño a este majestuoso animal entre los antílopes, aunque cuando de cuernos se trata ya es otro cantar.
Delfines en Lovina (Indonesia): Lovina es una playa situada al norte de la isla indonesia de Bali, a la cual no merecería demasiado la pena llegar si no fuera por los delfines que se acercan a la costa. Tres especies pueden verse allí, aunque la más habitual es el denominado delfín girador (Stenella longirostris), que, como su nombre indica, se caracteriza por dar saltos verticales en los que gira sobre sí mismo en torno a su eje.
Hipopótamos en Ngorongoro (Tanzania): Seguramente el hipopótamo (Hippopotamus amphibius) no sea el animal más característico en el cráter de Ngorongoro, pero estos impactantes paquidermos no son demasiado infrecuentes en este lugar. Especialmente en una laguna conocida como la charca de los hipopótamos, donde resulta habitual ver a grupos incluso numerosos tomando un baño en sus poco profundas aguas.
Ciervos sika en Nara (Japón): También conocido como ciervo japonés, debido a su abundancia en el país del sol naciente, el ciervo sika (Cervus nippon) vivía antiguamente en todo el este de Asia, desde Siberia a Vietnam. Curiosamente, a la vez que ha sido introducido en lugares como Europa del Este ha ido desapareciendo de su hábitat anterior. Excepto en Japón, donde es habitual en poblaciones como Nara, cuyos habitantes lo consideran sagrado.
Babuinos en el cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica): Los babuinos chacma (Papio ursinus) no tienen una imagen demasiado amigable que digamos. Dotados de unos colmillos que para sí quisieran algunos felinos, suelen ser bastante agresivos en su búsqueda de comida, llegando incluso a penetrar en el interior de automóviles y viviendas. Resulta frecuente verlos en el cabo de Buena Esperanza, donde no se sienten amenazados por los viajeros que hasta allí llegan.
Bisontes europeos en Haţeg (Rumanía): Tan amenazado que llegó a estar prácticamente extinguido, el bisonte europeo (Bison bonasus) es el mamífero de mayor tamaño en Europa. Antiguamente se extendía por todo el continente europeo, prueba de ello son los famosos bisontes de Altamira, llegando incluso hasta Asia Central, pero en la actualidad solo se mantiene en libertad en reductos aislados como el bosque polaco de Białowieża. Hace unos años tuve ocasión de ver un grupo de ejemplares que viven en semilibertad en la reserva rumana de Haţeg.
Macacos en Lopburi (Tailandia): Se calcula que en Lopburi viven unos seis mil macacos cangrejeros (Macaca fascicularis), que compiten por el espacio vital con algo menos de treinta mil habitantes. Estos monos se concentran en los alrededores del templo Phra Prang Sam Yot, donde son frecuentemente alimentados por los turistas que hasta allí se acercan. Y a tanto llega la cosa que la falta de visitantes debida a la actual pandemia ha llevado a que los macacos monten una batalla campal en el centro de la población en busca de comida. ¿No lo creéis? Pues es real como la vida misma.
Jabalíes en Sierra Espuña (España): La búsqueda de comida suele estar detrás de los movimientos de los animales, que tratan de integrarse en zonas ahora ocupadas por los humanos en busca de ella. Últimamente resulta habitual ver pumas en algunos barrios de Santiago de Chile o jabalíes (Sus scrofa) que llegan hasta la misma ciudad de Madrid. Aunque por mi procedencia he visto a estos suidos en numerosas ocasiones, los recuerdo con agrado en las serranías murcianas de Sierra Espuña. En busca de comida, naturalmente.
Elefantes en Uda Walawe (Sri Lanka): Bastante menos espectacular que la de su homónimo africano, la estampa del elefante asiático (Elephas maximus) tampoco deja indiferente. He tenido ocasión de acercarme a ellos en diferentes lugares del Sudeste Asiático y el Subcontinente Indio, pero jamás estuve tan próximo a ellos como en el Parque Nacional Uda Walawe, en Sri Lanka. Tanto, que un guarda avispado me libró de encontrarme a un macho molesto con mi presencia demasiado cerca.