Pisa (por Jorge Sánchez)
Visité Pisa en tránsito. Por la mañana había tomado un autobús desde Asís, o Assisi en italiano (donde el día anterior había visitado la famosa Basílica de San Francisco), y esa misma tarde tomaría un tren desde Pisa a Florencia a pasar a noche. Pero esas 6 o 7 horas en Pisa fueron suficientes para familiarizarme con la ciudad (que no fue nada especial, más bien anodina) y con su denominada Plaza de los Milagros (Piazza dei Miracoli), que eso sí fue algo extraordinario, maravilloso, y constituye un lugar emblemático no sólo de Italia sino del mundo entero, como la estatua de la Libertad, la torre Eiffel, el Taj Mahal, o la Puerta de Alcalá.
Esa Plaza de los Milagros consistía en una planicie sobre la cual se erguían tres bellas arquitecturas, todas de mármol: la catedral, el baptisterio y la famosa torre inclinada. También al lado, dentro del complejo, había un cementerio y todos los turistas lo visitaban, todos menos yo pues los cementerios me producen tristeza, por lo que concentré todo mi tiempo en los tres monumentos. Primero visité la catedral pero viniendo de un largo viaje por Italia visitando tantas catedrales e iglesias maravillosas, sobre todo en Roma, no me llamó especialmente la atención a pesar de la magnificencia de sus puertas de bronce, los frescos de su cúpula y sus mosaicos, lo mismo que su baptisterio, que es el más grande de Italia. Lo que destacaba a Pisa era su torre, y no sólo porque estuviera inclinada sino por su belleza y su estética; era elegante, delicada, deslumbrante. Esa torre inclinada me traía recuerdos porque cuando era niño cayó en mis manos una revista de entonces, llamada La Codorniz, en cuya portada aparecía el dibujo de una mujer estupenda tumbada en traje de baño, y al lado se veía la torre de Pisa, pero completamente erecta. Y pensé: ¡pues vaya chiste tan malo! Tiempo más tarde volví a ver esa portada y comprendí su significado, sonriendo por mi inocencia de entonces.
Esa plaza estaba llena de turistas de muchas nacionalidades y prácticamente todos, en algún momento se hacían una fotografía simulando sostener la torre para que no se cayera. Pero de hecho no se caerá pues debido a las obras realizadas en las postrimerías del siglo XX se ha evitado que su ángulo de inclinación aumente. Uno de los personajes más célebres nacidos en Pisa (además del Rustichello de Pisa, que escribió el libro que le dictó Marco Polo en una cárcel de Génova), fue el científico y sabio Galileo Galilei, de quien se dice que fue en lo alto de la torre Pisa donde demostró que los objetos caen desde una altura determinada al suelo al mismo tiempo, independientemente de su peso. Sin embargo, parece ser que esta anécdota es más una leyenda que un hecho real. Hacia las 5 de la tarde, tras comprar en un supermercado un par de bocadillos de mortadela y un zumo de naranja para la cena, me marché en tren a Florencia.