Resulta muy difícil, si no imposible, establecer con total seguridad el lenguaje que usaba Millán para comunicarse. Sin embargo, puesto que autores como su paisano Gonzalo de Berceo se refieren a él como Æmilianus, es posible que lo hiciera en latín. Había nacido el eremita en Berceo, población riojana que hoy día no alcanza los ciento sesenta habitantes, durante la segunda mitad del siglo V. En su juventud fue pastor, aunque debido a su interés por la vida ascética, lo dejó todo para convertirse en ermitaño. Cerca de su localidad natal encontró una pequeña cavidad, que agrandó con sus propias manos con el fin de convertirla en una celda. Tras un intento de retornar a la sociedad, regresó definitivamente a su lugar de retiro y allí falleció, se dice que cuando ya superaba el centenar de años.

La leyenda en torno a la figura de Millán se fue agrandando rápidamente y numerosos peregrinos se acercaban hasta su sepulcro como muestra de respeto. Muy pronto se estableció un primitivo cenobio en ese lugar, que fue consolidado a finales del siglo VI y sometido a diversas ampliaciones y mejoras en siglos posteriores, dando lugar al actualmente denominado monasterio de San Millán de Suso. Los estilos arquitectónicos en él reflejados son diversos, variando desde el visigodo al románico con una importante influencia mozárabe. En él se encuentra el cenotafio del eremita, que lo muestra mediante una escultura yacente, en la que al parecer fue la cueva que le sirvió de vivienda y posteriormente cobijó su sepultura.

En la primera mitad del siglo XIII vivía en este lugar un clérigo llamado Gonzalo, que había nacido en Berceo a finales del siglo anterior. Hombre estudioso y dotado de una vasta cultura empleó buena parte de su vida en la escritura, siendo considerado el primer autor conocido en lengua castellana. Centró su producción en el ámbito religioso, destacando sus hagiografías, en especial la que dedicó al eremita también conocido como Emiliano. Curiosamente, en sus escritos aparecen también palabras en euskera, debido a su difusión en esta zona actualmente riojana. Hoy día se considera que ambas lenguas tienen su origen escrito en las denominadas Glosas Emilianenses, unas anotaciones de la segunda mitad del siglo X que fueron manuscritas en un códice latino hallado en el monasterio de San Millán de Suso.

Mucho antes del nacimiento de Gonzalo de Berceo, concretamente a mediados del siglo XI, ocurrió un episodio que llevó a la creación de un cenobio vecino del anterior. Reinaba entonces en la zona García Sánchez III de Navarra, que era natural de la población hoy riojana de Nájera. Decidido a fundar un monasterio en su localidad natal y puesto que Emiliano había sido santificado pocos años antes, intentó llevar sus restos mortales hasta allí. Sin embargo, nada más bajar la colina sobre la que se sitúa el monasterio de Suso, los bueyes encargados de tirar del carro que portaba el cadáver se detuvieron y no hubo manera de hacerlos continuar. Convencido de que aquello era un designio divino, el monarca ordenó establecer el denominado monasterio de San Millán de Yuso en ese lugar.

Edificado en estilo románico, el monasterio de San Millán de Yuso fue más adelante destruido y reconstruido en estilo herreriano durante el siglo XVII. El término yuso significa abajo en contraposición con suso que puede traducirse como arriba. Esta terminología aún se mantiene en lenguas romances menos evolucionadas que el castellano, como el rumano donde se utilizan respectivamente las palabras sus y jos. Los restos mortales del eremita Millán nunca fueron devueltos al monasterio de arriba, quedándose para siempre en el vecino monasterio de abajo. Por su parte, el lugar de enterramiento de Gonzalo de Berceo es desconocido. Pero si levantara la cabeza, con toda seguridad se asombraría de la fuente de enfrentamientos en que se han convertido las lenguas que él alumbró.