Duro de pelar
Patapalo estaba nervioso. Su inigualable instinto, ése que le había hecho salir airoso de decenas de batallas a pesar de su inconfundible aspecto de tullido, no le engañaba. Sabía que se estaba preparando una muy gorda y que iba a ser muy difícil salir adelante esta vez. Pero, por otra parte, muy pocos podían presumir en España, aquel imperio donde nunca se ponía el sol, de un coraje como el suyo. En los corrillos que se formaban alrededor de los almirantes británicos de la época aún se comentaba aquel envite cuando el vasco había ordenado a sus hombres tomar un navío al abordaje. Repetían el chascarrillo con vergüenza, como si estuvieran aún temerosos de la energía y el valor de aquel hombre sin par.
Construido en la primera mitad del siglo XVI para proteger la ciudad hoy colombiana de Cartagena de Indias, el castillo San Felipe de Barajas era en su época un fortín que se presumía inexpugnable. Su edificación supuso un coste desorbitado en aquellos tiempos y numerosas leyendas se narraban en torno a ella. Una de ellas afirmaba que en su construcción se usó sangre de animales e incluso personas, con el fin de aportar a su estructura una firmeza de la que hubiera carecido si solo se hubiera sostenido mediante argamasa. Lo verdaderamente cierto es que esta fortaleza conserva aún hoy día unas dimensiones considerables, que la llevan a ser una de las principales construidas por los españoles en el Caribe a pesar de las vicisitudes a las que estuvo sometida.
Blas de Lezo había nacido en Pasajes de San Pedro a finales del siglo XVII. Debido a ello, y a sus antecedentes familiares, pocas opciones le quedaban salvo la de alistarse en la Marina. Lo hizo con doce años recién cumplidos y, apenas tres años más tarde, vivió la primera de sus experiencias traumáticas. Durante una batalla por la sucesión a la Corona española resultó herido por una bala de cañón en su pierna izquierda, con tan mal pronóstico que hubo de ser amputada para evitar la gangrena. El marino tenía apenas quince años y, según afirman los entendidos, aguantó el dolor de la operación sin anestesia y sin derramar una sola lágrima.
En la primera mitad del siglo XVIII, la Armada inglesa gozaba de un periodo de esplendor. Pocas décadas atrás el corsario, luego elevado a la categoría de señor, Henry Morgan había aniquilado la Ciudad de Panamá, dejándola reducida a cenizas y cometiendo las más terribles atrocidades de las que se hubiera oído hablar en la época. Más tarde, un aprendiz suyo, llamado Edward Vernon, destruyó la no demasiado lejana ciudad de Portobelo, acción ocurrida durante la denominada Guerra de la Oreja de Jenkins, así conocida porque un pirata al servicio de la causa inglesa afirmaba haber perdido uno de sus apéndices auditivos a manos de los españoles durante la contienda.
Tras su sencilla victoria en Portobelo, Vernon estaba crecido y tenía fe ciega en sus posibilidades. No es de extrañar, especialmente si se tiene en cuenta que a su mando tenía la considerada mayor flota de la época, con cerca de doscientos navíos y más de veinticinco mil hombres. Con poco más de tres mil defensores apostados en el castillo de San Felipe de Barajas y el resto de las defensas de Cartagena, junto a apenas seis barcos protegiendo el puerto, los habitantes de la ciudad eran presa fácil y serían pan comido en poco tiempo. Sitiaron pues la ciudad caribeña y se aprestaron a repartirse el botín. Pero no contaban con la resistencia feroz de Blas de Lezo y sus hombres, que hicieron inútil el sitio al que los ingleses sometieron a esta villa hoy día colombiana. Avergonzado por su fracaso, el pirata Vernon no tuvo más remedio que admitir que Patapalo era, sin lugar a duda, un tipo duro de pelar.
¡Florencio, muchas gracias por escribir sobre este desconocido héroe español! Aunque hace poco Madrid le ha erigido un monumento en la Plaza de Colón. Se lo merece. Leí que los ingleses, adelantando la victoria, acuñaron unas monedas donde aparecía arrodillado Blas de Lezo ante Vernon. Jajaja… esas monedas nunca circularon, hoy deben tener un gran valor numismático, como el duro sevillano. En el Museo Naval de Madrid se exhiben 39 de esas monedas.
De nada, Jorge. Muchas gracias a ti por tu interés.
No sabía que las monedas acuñadas por los ingleses para conmemorar la «victoria» sobre Blas de Lezo estuvieran expuestas en Madrid. Espero ir a verlas algún día. Tan seguros estaban de su victoria que hicieron el ridículo de una forma lamentable.
La estatua de la Plaza de Colón es un flaco y tardío favor que se le hizo a este almirante, aunque más vale tarde que nunca. Lo curioso es que en un pleno del ayuntamiento de Barcelona se pidió su retirada, alegando que Blas de Lezo participó en el sitio de la ciudad condal en 1706. No me consta que participara en batalla alguna entonces, porque al parecer solo realizó tareas de abastecimiento, cuando contaba tan solo con diecisiete años.
Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.
Florencio, que pena, yo estuve en Madrid en mayo de este anho, y no lo sabia, lo supe despues al admirar su estatua en la Plaza de Colon, pero es que antes, precisamente habia estado en el Museo Naval y no me fije.
Esta es la noticia…
https://www.abc.es/archivo-historia-abc/20121130/abci-monedas-vernon-victoria-inglesa-201211282129.html
a ver cuando regreso otra vez a mi querida Madrid y veo esas 39 monedas.
Tambien he de volver a la Plaza de la Paja para ver la placa dedicada a Clavijo, nuestro embajador ante Tamerlan, pues la ultima vez que fui alli estaba reparandose el portal y la habian quitado. Curiosamente me lo dijo la madre de un ninho que alli vivia, en ese edificio, y le habia puesto a su hijo de nombre Ruy, en honor a Clavijo.
un abrazo
jorge
A proposito, jejeje… aprovecho para recomendarte abrir un nuevo articulo cuando tengas humor para ello, esta vez dedicado a otro de nuestros heroes espanholes… Ruy Gonzalez de Clavijo y escribas sobre su memorable viaje de 1403 a 1406 a Samarkanda. En una calle de esa ciudad exhiben una placa dedicada a Clavijo, y los ninhos llaman por la calle a los extranjeros… Clavijo, Clavijo…!
No lo había pensado, pero creo que debería hacer un pequeño homenaje a Clavijo, un viajero que estuvo a la altura de Marco Polo y lamentablemente es casi desconocido. Seguí sus huellas no solo en Samarcanda sino también en Shahribsaz donde quedó sorprendidísimo del enorme palacio de Tamerlán, hoy en ruinas, y el esplendor de su corte. Iré tejiendo el relato en mi cabeza, como suelo hacer, y cuando lo tenga no me costará mucho pasarlo al teclado.
Samarcanda da para mucho. Ya le dediqué un relato a otro personaje relacionado con la ciudad y también muy desconocido, al menos en Occidente. Se trata de Ulugbek, un sultán aficionado a la astronomía. Lo puedes ver aquí:
https://www.mundandy.com/ulugbek-y-su-observatorio/
Y me queda el profeta Daniel, cuya tumba estuve visitando también en Samarcanda, maravillosa ciudad que es mucho más que su famosa plaza de Registán.
Muchas gracias por tu sugerencia y un abrazo.