Cuzco (por Jorge Sánchez)
Viajé a Cuzco con la intención de acometer a pie desde el kilómetro 88 el Camino Inca al Machu Picchu, por lo que pasé en esa ciudad dos días a la ida y dos más a la vuelta, dándome así tiempo a conocerla moderadamente bien.
Durante mis dos estancias seguía la misma rutina diaria: tras despertarme en el cuarto del hotel que había alquilado en la misma Plaza de Armas, bajaba a desayunar a De Fruta Madre, mi cafetería favorita, sita en la vecina calle San Francisco, donde servían buen café con bollos de nata y otros dulces locales, además de excelentes zumos de frutas exóticas. Tras ello realizaba la excursión del día, fuera a Písac o a Sacsayhuamán, complejos arqueológicos cercanos que aunque no estén incluidos en el patrimonio mundial de Cuzco son de un interés extraordinario para comprender la cultura e ingenio de los antiguos incas. Luego entraba en una iglesia del centro de la ciudad (me gustó mucho la de la Compañía de Jesús), o bien en la catedral basílica de la Virgen de la Asunción, me santiguaba y compraba un cirio. Tras ello me paseaba por el barrio de San Blas, y cuando me entraba hambre comía en los puestos del mercado central compartiendo mesa con los nativos y bebiendo tragos de pisco con ellos.
Cuzco es una ciudad seductora y a veces te parece estar en un barrio de un pueblo entrañable de Extremadura o de Andalucía por sus balcones de madera, la disposición de las calles estrechas y sus iglesias centenarias; en Cuzco me sentía más en España que estando en Lima. También me encantaban las vestimentas de las mujeres y sus sombreros. Algo que un visitante advierte desde el primer día es que los indígenas escriben y conocen a su ciudad como Cusco, y no Cuzco, como vería en unos mosaicos de la calle, donde se afirmaba que Cusco era la capital de los Incas en los tiempos de la gobernación española, cuando Perú se llamaba Nueva Castilla (aunque la capital política era Lima). Además, Cusco fue el centro del Tahuantinsuyu, un inmenso territorio inca que comprendía Perú, Bolivia, Ecuador y parte de Chile, Argentina y Colombia.
Mi último día en Cuzco abordé un tren a Puno y al llegar me embarqué a la isla Taquile, en el lago Titicaca, donde pasaría dos días con sus noches.