Kutaisi (por Jorge Sánchez)
En tiempos de la URSS había entrado en la catedral de Bagrati acompañando un grupo de turistas españoles bajo la tutela de la agencia soviética Intourist, pero tenía recuerdos muy vagos de esa visita, por ello, 40 años más tarde, aprovechando un viaje por la Georgia ya independiente, resolví revisitar esa catedral además del monasterio de Gelati, estando ambos lugares integrados en un mismo patrimonio mundial de UNESCO.
Ascendí a lo alto de una colina desde donde se dominaba la ciudad de Kutaisi. Allí arriba, unos letreros en georgiano y en inglés (el idioma ruso ya no figuraba) informaban de la historia de la catedral, llamada Bagrati en honor al rey georgiano Bagrat III, quien ordenó su construcción en el siglo XI. Había obras pues su cúpula fue destruida por los turcos otomanos a finales del siglo XVII, y un anuncio de UNESCO aconsejaba, durante su restauración, respetar el estado original sin introducir materiales modernos, y de no hacerlo les cortarían las ayudas económicas. En la puerta, unos músicos indígenas vestidos de manera folclórica se me ofrecieron para interpretar una serenata a cambio de una propina moderada, pero yo decliné con gentileza. Compré un cirio a la entrada y la coloqué junto a un icono de la Virgen María y el Niño Jesús. Tras ello contemplé todos los frescos e imágenes del interior.
Tras comerme en un restaurante frente a la catedral un jachapuri al estilo de Adjaria (con un huevo frito y frijoles en su interior) acompañado de una botella de vino Jvanchkará, me dirigí al monasterio de Gelati, que quedaba a unos 10 kilómetros de distancia de Kutaisi. Había monjes y tumbas, entre las que destacaba la de su fundador, un rey conocido por David el Constructor. En su interior, justo frente donde un monaguillo vendía cirios, noté un fresco que estaba dedicado a la reina Tamara, que gobernó durante la edad de oro de Georgia. Por un letrero en la entrada del monasterio aprendí que Gelati fue un centro de conocimiento y se le llegó a denominar la segunda Atenas, y hasta el nuevo Athos. El monasterio de Gelati me causó una impresión más placentera que la catedral de Bagrati. Más contento que unas castañuelas me dirigí a media tarde hacia mi siguiente destino: Gori, para visitar el museo dedicado a Stalin y el vagón de tren que usó para dirigirse a Yalta.
Nota: La catedral de Bagrati fue retirada de la Lista del Patrimonio Mundial en 2017