Granada (por Jorge Sánchez)
He tenido la oportunidad de visitar la Alhambra de Granada, más los jardines del Generalife y el barrio del Albaicín varias veces, y nunca me canso de volver pues el lugar es espectacular y exótico. En ninguna de las ocasiones he necesitado hacer reserva de entrada por anticipado, pues para los visitantes individuales siempre se encuentran, o al menos yo siempre he sido afortunado. Como el control de billetes se efectúa en la entrada de los palacios nazaríes, en caso de que alguien no pueda adquirir el boleto por estar completo, puede al menos contemplar la alcazaba a pocos metros, y hasta visitar gratuitamente el patio interior del Palacio de Carlos V, construido por Pedro Machuca (se cree que estudió en los talleres de Miguel Ángel), que mandó erigir el emperador Carlos V (o Carlos I para los españoles) tras su boda con Isabel de Portugal en Sevilla, quedándose varios meses a vivir en el interior de la Alhambra.
Al entrar en los palacios nazaríes y admirarlos con detenimiento, realizaba al rato una parada larga en el patio de los arrayanes. Tras ello proseguía hasta el patio de los leones donde admiraba la fuente, compuesta por 12 leones que, se cree, representan las doce tribus de Israel y fue un regalo al sultán de parte de los judíos que vivían en Granada.
Al salir de los palacios nazaríes me dirigía a los jardines del Generalife. Oí a algunos turistas extranjeros que decían que los había debido de construir el General Franco, y aún otros creían erróneamente que, probablemente, eran un regalo de una compañía de seguros llamada General Life. Sin embargo, la palabra Generalife proviene del árabe y significa algo así como «jardín excelso». En verano, en esos jardines se suelen ofrecer conciertos de música al aire libre. Tras los jardines se accede al propio Generalife, o un pequeño palacio, que era lugar de recreo del sultán y su familia cuando hacía mucho calor.
Siempre, tras la visita a la Alhambra me desplazaba al barrio del Albaicín para comerme un plato de rabo de toro en unos de sus restaurantes. Luego me sentaba en el mirador de San Nicolás y esperaba la noche para asistir a un espectáculo de flamenco en una zambra en ese mismo barrio, o en el del Sacromonte. En el precio del billete del espectáculo te incluían una visita guiada a las cuevas decoradas con platos, botijos y cazuelas colgadas de las paredes y del techo. Al acabar el espectáculo de flamenco y contemplar justo enfrente la Alhambra iluminada, llega a emocionar. Por todo ello una visita completa a la Alhambra, el Generalife y el barrio del Albaicín representa una experiencia entrañable e inolvidable.