Los cazadores de ballenas
La relación entre ser humano y ballena ha sido tan intensa en la historia de Islandia que incluso las sagas nórdicas dan fe de ella, relatando disputas entre clanes por la posesión de los cetáceos que quedaban varados en las playas de la isla. Con el paso del tiempo sus aguerridos habitantes fueron algo más allá y comenzaron a perseguirlas ayudados de rudimentarias embarcaciones, con la pretensión de alancearlas por medio de primitivos arpones y así poder hacerse con sus cuerpos cuando el mar los devolvía a la orilla. Esta práctica fue evolucionando a la vez que perfeccionándose a lo largo de los siglos, llegando a estar tan arraigada en la idiosincrasia islandesa que se mantiene incluso hoy día, cuando empresas balleneras locales siguen dando caza a numerosos ejemplares cada año, amparándose para ello en presuntos fines científicos.
Tradicional centro de la caza de ballenas en Islandia, la localidad de Húsavík se extiende por la costa de la bahía de Skjálfandi, situada al norte de la isla. Se trata de una pequeña ciudad que no llega a alcanzar tres mil habitantes, aunque ello no impide que constituya una de las principales metrópolis del estado. Parece ser que fue en el emplazamiento actual de esta población, cuya denominación se traduce como bahía de las casas, donde conquistadores vikingos procedentes de Noruega pisaron por primera vez tierra islandesa allá por el siglo IX, y por lo tanto el nombre de la villa referiría a las viviendas que formaban aquel primitivo asentamiento. Sea como fuere, hoy día Húsavík no es más que un conglomerado de pintorescas viviendas de colores ubicadas en un entorno de aspecto ciertamente idílico.
El edificio más conocido de Húsavík es su iglesia de madera, construida hace unos cien años y decorada en blanco y verde, quizás para no desentonar en exceso con las viviendas vecinas. No demasiado alejado de ella y haciendo honor al particular y un tanto irónico carácter local se encuentra el Museo Falológico de Islandia. Como puede deducirse de su nombre, este lugar alberga una extensa colección de penes correspondientes a diferentes tipos de mamíferos, incluyendo uno humano que recibió por donación de su poseedor hace no demasiado tiempo. Aunque probablemente su adquisición más preciada sea un falo de ballena, de tamaño similar al de una persona adulta tanto en estatura como en peso. Y eso que al parecer se trata tan solo de la punta del órgano, cuyas dimensiones originales debieron alcanzar los cinco metros y superar los trescientos kilos.
En los últimos tiempos se ha establecido en Húsavík alguna que otra empresa dedicada a mostrar al visitante los cetáceos que aún abundan en sus aguas, a pesar de la caza a la que todavía son sometidos. Antiguos barcos de pesca e incluso balleneros son empleados para esta actividad, que también puede incluir la observación de los extravagantes frailecillos, muy habituales en los acantilados que rodean la bahía de Skjálfandi. Son éstos unas aves atlánticas de aspecto peculiar, debido fundamentalmente a la extraña forma y atrayente colorido que presenta su pico. Con sus pequeñas alas parece imposible que puedan volar, pero consiguen hacerlo lanzándose desde lo alto de los acantilados donde anidan, llegando a alcanzar una velocidad considerable.
Armados hasta los dientes nos dirigimos hacia el puerto de Húsavík para embarcar en lo que debió haber sido un barco de pesca con anterioridad. A pesar de estar en mitad del verano, y la temperatura no ser demasiado baja en tierra, nada más adentrarnos en las aguas del Atlántico los efectos de la latitud se hicieron notar y agradecimos la ropa de abrigo proporcionada. Antes de tener la oportunidad de avistar numerosos frailecillos que nos dieron la bienvenida con su ensordecedor murmullo, pusimos proa hacia el objetivo principal de nuestra caza. Pronto comenzamos a divisar en la distancia un ejemplar de rorcual aliblanco que nos mostraba su característica aleta dorsal como saludo. Sin dudarlo un instante diversos cazadores le apuntamos y disparamos nuestras armas al unísono. Por suerte para él esta vez no se trataba de mortíferos arpones, sino tan solo de nuestras inocuas cámaras fotográficas.
jejeje, espero tener la misma suerte que tu en un par de meses y disparar varias ráfagas certeras! Bonito relato.
Espero que lo paséis muy bien en Islandia, seguro que la naturaleza os va a asombrar. Vais en la mejor época además, cuando los días son más largos y el clima más agradable. Si tienes algún tipo de cuestión en la que te pueda ayudar, no dudes en preguntarme.