Las truchas del lago
Uno de los pasos fronterizos que existen entre Albania y Macedonia del Norte está situado en la comarca conocida como región de Ohrid. Habíamos madrugado aquel día de abril de 2006 pues teníamos que cruzar buena parte del territorio albano para llegar a nuestro siguiente destino, ya en tierras macedonias. La actividad en la aduana era escasa pero mientras tramitaban nuestra entrada a la antigua república yugoslava pude disfrutar de aquel primaveral día en mitad de los Balcanes. El sol brillaba y hacía resplandecer las últimas nieves que aún se resistían a abandonar la cima de las montañas. Una vez nos dieron vía libre retomamos nuestro camino en pleno descenso hacia Ohrid, población situada en la orilla del lago homónimo.
El lago Ohrid es quizás el más antiguo de todos los existentes en Europa y uno de los más espectaculares en mi opinión. Se extiende por unos trescientos sesenta kilómetros cuadrados, la mayoría en territorio macedonio aunque buena parte de su orilla occidental pertenece a Albania. Es muy profundo, llegando a alcanzar cerca de trescientos metros en algunos puntos, y en sus aguas habitan un gran número de endemismos que forman un ecosistema tan valioso como frágil, en constante peligro por la acción que el ser humano ha venido ejerciendo sobre él desde tiempos inmemoriales.
De la presencia humana en este lugar desde siglos atrás dan fe los viejos monasterios e iglesias que a lo largo de todo el contorno del lago pueden encontrarse. Una de las más atractivas entre estas últimas es el templo conocido como San Juan Kaneo, así llamado por estar dedicado a Juan de Patmos y por su situación sobre la roca del mismo nombre. Aunque su fecha de construcción real es desconocida, se piensa que probablemente fue edificado durante el siglo XIII, antes de que los otomanos se hicieran con el control de la zona. Tiene planta de cruz griega, y su cúpula está decorada con frescos que fueron descubiertos durante una restauración ya en pleno siglo XX.
No menos interesante y aún más antiguo pues fue establecido a comienzos del siglo X, el monasterio de San Naum fue fundado por el monje homónimo, que llegó a alcanzar la categoría de santo en la Iglesia Ortodoxa y cuyo cuerpo descansa en este lugar. Los frescos originales se han perdido y fueron reemplazados por otros bastante posteriores aunque no menos interesantes. Es de destacar también su iconostasio, que fue grabado a principios del siglo XVIII y por sí mismo está considerado una obra maestra, además de servir de soporte para iconos de incalculable valor. El entorno que lo rodea proporciona una sensación absoluta de calma y da la sensación de que el emplazamiento del cenobio, entre el lago y un bosque donde surge el agua de manantiales que forman pequeños arroyos, fue cuidadosamente elegido por su creador.
Antes de abandonar este lugar es conveniente dar un paseo en barca sobre el agua de azul intenso del lago Ohrid. En ella viven dos especies endémicas de truchas, que son motivo de orgullo para unos macedonios siempre dispuestos a hablar de las bondades que ofrece su pequeño país. En realidad la densidad de estos salmónidos ha disminuido notablemente en los últimos tiempos, lo que ha llevado a las autoridades a reducir drásticamente el número de capturas. Pero aún tuvimos tiempo de disfrutar del exquisito sabor de esta especialidad de la cocina local, junto a una copa de buen vino de la tierra y una vista de ensueño con las tranquilas aguas del lago lamiendo suavemente la base de unas montañas en cuya cima aún refulgía la nieve.