Desierto de Lut (por Jorge Sánchez)
Estando en la ciudad iraní de Kermán me ofrecieron una excursión a unos 100 kilómetros de distancia adentrándome en el desierto de Lut hasta una población llamada Shahdad. El taxista me prometió que vería yardangs, o rocas que la erosión debido al viento les ha conferido curiosas formas. Pero como no se apuntó nadie más a la excursión de un día no quise ir solo, a pesar del precio moderado. Preferí atravesar el desierto a mi aire, pues de hecho todo el desierto de Lut se halla dentro del patrimonio mundial de UNESCO. Ese desierto abarca una extensión que supera los 50.000 kilómetros cuadrados, o sea que es un 10 por ciento más grande que la región española de Aragón. Además, está considerado el más caliente del mundo ya que se han registrado una temperaturas superando 70 grados centígrados. De hecho, la palabra lut se traduce en farsi por vacío, lugar donde no existe la vida.
Tras viajar a Bam y visitar su ciudadela se me ocurrió al día siguiente atravesar el desierto de Lut dos veces, a la ida y a la vuelta, hasta la ciudad fronteriza de Zahedán. Cuando en Bam dije que iba a Zahedán, los iraníes del hotel donde me alojaba intentaron impedírmelo aconsejándome no ir jamás a ese sitio, pues es fronterizo entre Pakistán y Afganistán y está asociado con el terrorismo y el tráfico de estupefacientes. Sin embargo, pasé medio día en Zahedán (no llegué a dormir) y no me pasó nada; al contrario, las gentes fueron muy amables conmigo, sobre todo los indios sijs de Amritsar, que poseen un templo que visité y allí me invitaron a comer chapati con garbanzos cocidos.
A la ida en autobús paramos en dos ocasiones pues hay controles militares debido a la zona fronteriza conflictiva con dos países belicosos como son Afganistán y Pakistán. Todos los pasajeros debimos descender del autobús y mostrar el contenido de nuestras bolsas a los soldados. Ese control no me había sucedido en ninguna zona de Irán, pero es que Zahedán es especial, es un punto «caliente». Hubo otra parada a la ida, la de la oración, por lo que yo, siendo católico, no la realicé y disfruté ese tiempo adentrándome en el desierto para tomar fotografías a los pequeños yardangs y a los letreros en farsi donde se veía dibujado un rifle. Letreros por la carretera indicaban en farsi y en inglés que nos encontrábamos en una zona paisajística característica del desierto de Lut. Vi dunas y montañas, algunas formaciones rocosas pequeñas, o yardangs, además de unas torretas que se repetían cada pocos kilómetros.
La vuelta la hice en bus ese mismo día, casi oscureciendo, por lo que no tuve las vistas que había contemplado a la ida. A la vuelta, de nuevo hubo controles militares por el camino antes de llegar al puerto de Bandar Abbas, desde donde al día siguiente me embarcaría a la isla iraní de Qeshm, la más grande del Golfo Pérsico, que se halla en la lista indicativa de UNESCO.