Castillo de Malbork (por Jorge Sánchez)
Desde Gdańsk viajé en tren a Malbork para visitar su fabuloso monasterio/castillo, el más grande del mundo construido a base de ladrillos. Desde la estación de tren de Malbork caminé un cuarto de hora hasta la oficina donde vendían los boletos de entrada al castillo. Había una pareja de chinos y unos alemanes haciendo cola en la taquilla. En el precio teníamos derecho a un guía. Yo lo pedí en español, pues vi en un anuncio que disponían de uno de ellos. Pero al ser invierno, período con pocos visitantes, habían dado vacaciones a todos los guías excepto a uno que hablaba inglés, que fue el que nos propusieron. Y todos aceptamos.
En un patio interior había una estatua dedicada al astrónomo, matemático y científico Nicolás Copérnico. Yo ya sabía que había nacido en Toruń, y vivido muchos años en otro castillo, en el de Lidzbark Warminski, donde su tío era obispo, pero no vivió en el de Malbork. El guía explicó que como el castillo de Malbork fue primero sede de la Orden Teutónica, pero después fue residencia de los reyes polacos, en cierta ocasión Copérnico lo visitó para verse con los monarcas, pero no habitó en él.
Entramos también en una sala convertida en museo donde observamos muchas figuras religiosas, vimos fotos de cómo quedó semi-destruido en el año 1945, tras la Segunda Guerra Mundial y estatuas de reyes en un patio interior. La visita duró más de una hora y fue muy didáctica. Tras ella rodeé el castillo, hice varias fotos a la estatua de la Virgen María con el Niño Jesús en una torre, y finalmente me dirigí a pie a la estación de trenes para dirigirme a mi próximo destino: Toruń, ciudad UNESCO.