Tallin (por Jorge Sánchez)
Llegué a media tarde a Tallin en tren, desde Rusia. Pronto alcancé un albergue barato junto a la preciosa Raekoja Plats (Plaza del Ayuntamiento), dejé me bolsa y salí a explorar la ciudad, que encontré preciosa, medieval. De hecho, Tallin es mucho más atractiva que las otras dos capitales bálticas que visitaría en días sucesivos: Riga y Vilnius.
Me encantan las ciudades fundadas por los Caballeros Teutónicos y que luego formaron parte de la Liga Hanseática; todas ellas son entrañables, preñadas de historia, y suelen preservar sus murallas medievales, como Tallin, que en al pasado contaba con 66 torres pero hoy se han reducido a apenas 20. Noté que aún quedan muchos vestigios de la vieja URSS, como la catedral rusa dedicada a Alexander Nevski, que visité arriba sobre la colina y le compré un cirio al pope. Por la mañana me acercaría hasta el castillo Toompea, la casa del zar Pedro el Grande, y la torre llamada Margarita la Gorda, nombre así dado por lo chaparrita que es.
Muchos turistas eran fineses que tomaban un barco de ida y vuelta en el día para emborracharse bebiendo vodka ruso, que en Finlandia es muy caro, y los veía deambular cantando por los callejones estrechos del centro histórico con una botella de vodka en la mano. Al día siguiente me dirigí en tren a Riga, en Letonia.
Una de mis ciudades favoritas de Europa, desde luego. Quería comentar, sin embargo, que creo que no es exacto comentar que la Catedral Ortodoxa es un vestigio de la URSS, pues creo que es anterior a esta, de manera que si acaso sería un vestigio de la época de Imperio Ruso.
Supongo que eso es lo que quería remarcar Jorge, pues como bien dices la catedral de Alexander Nevsky fue creada a finales del siglo XIX.
Muchas gracias por tu aportación y un abrazo.