Árbol de la vida
Bastante tiempo atrás había escuchado una historia sobre un árbol mítico que vive en medio del desierto desde hace varios cientos de años. Nadie sabe cómo este ejemplar de Prosopis cineraria logra sobrevivir, pues en varios kilómetros a la redonda no hay vestigio alguno del líquido elemento. Se supone que le llega agua subterránea de alguna manera y eso hace que se mantenga con vida, pero no está del todo claro cómo llega a alcanzar sus raíces. En Bahréin, estado del Golfo Pérsico donde se encuentra, lo llaman árbol de la vida. Aunque esta historia me pareció bastante increíble, despertó mis ganas de conocer el país donde crece ese árbol mágico.
Aterrizamos en el aeropuerto de Manama una tarde de diciembre. Curiosamente, estaba lloviendo, hecho bastante inusual en esta isla situada en el Golfo Pérsico y que está unida al territorio de Arabia Saudí mediante el puente del Rey Fahd, una espectacular obra de ingeniería de unos veinticinco kilómetros de largo sobre el mar. Disponíamos de unos diez días, más que suficientes para conocer este pequeño archipiélago, compuesto por treinta y tres islas de diferente tamaño y cuya superficie total es poco mayor que la de Menorca, con bastante profundidad.
La isla de Bahréin no es un destino turístico al uso, aunque tiene sus atractivos. Hay algunas fortificaciones antiguas, entre las que destacan el Fuerte Arad y el Fuerte de Bahréin, ambos del siglo XVI. El segundo de ellos fue construido por los portugueses, llegados hasta estas tierras, y ha sido declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO junto al sitio arqueológico donde está situado. Anteriormente, este lugar había sido capital de la poco conocida civilización dilmun, que se estableció aquí aproximadamente en el tercer milenio a.C. Los estratos encontrados han confirmado la presencia humana por más de cuatro mil años, dejando evidencias de las distintas civilizaciones que lo poblaron.
La capital del país, Manama, es una ciudad tranquila donde coexisten tradicionales zocos árabes y rascacielos futuristas al más puro estilo del Golfo. Si se busca estar en contacto con las poco masificadas playas del Golfo Pérsico, una buena opción para alojarse es el hotel Novotel al-Dana, que incluye una playa privada considerada de las mejores de Bahréin. No hay que olvidar tampoco el puente del Rey Fahd, que sin duda merece una visita. Puede transitarse hasta que se llega a la frontera con Arabia Saudí, más o menos a mitad del puente. Me hubiera gustado cruzar al otro lado, pero no pude hacerlo por carecer de visado, bastante difícil de conseguir entonces aunque parece que ahora este estado se está abriendo un poco al turismo internacional.
Pero cualquier visita a Bahréin estaría incompleta sin acercarse a ver el legendario árbol de la vida. Se trata de una variedad de acacia que supera los cuatrocientos años de edad y se mantiene verde en pleno desierto. Aunque la historia de tan vetusto ejemplar no me convencía del todo, pude comprobar por mí mismo que no es ficticia en absoluto. Sus dimensiones impresionan bastante pero lo hace aún más el hecho de que parte de su tronco y sus raíces están completamente hundidos en una arena donde parece imposible que pueda crecer especie vegetal alguna. Esperemos que esta suerte de milagro viviente siga floreciendo durante varios centenares de años más, como prueba inequívoca de vida en medio de la nada.
Ostras Floren, qué curioso lo de este árbol, y también que crezca en medio de la nada él solo. Habría que ver dónde más se les puede encontrar… Saludos
Desconozco si hay otro árbol como éste, pero lo dudo. En otras culturas existe el concepto de árbol de la vida, pero no es real sino mitológico, relacionado con la creación del mundo. Pero un ejemplar como éste, que sobrevive en medio del desierto, no creo que exista.
Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.