Tiwanaku (por Jorge Sánchez)
Navegué desde la isla de Taquile, en el lado peruano del lago Titicaca, hasta Puno, y crucé la frontera con Bolivia. Pronto llegué a Tiwanaku, donde convencí al portero de dejarme pasar gratuitamente a visitar el sitio arqueológico, pues apenas llevaba dinero ni tampoco un billete de avión de regreso a mi pueblo Hospitalet de Llobregat, en España. Él accedió y penetré en el recinto. Vi allí las ruinas de una ciudad precolombina, sorprendiéndome de la similitud de algunas de sus estatuas con las que había visto en viajes anteriores en diversas islas de la Polinesia.
Me maravilló la Puerta del Sol, la joya de Tiwanaku. Su dintel, decorado con relieves que representaban a un dios (Tiwanaku significa Ciudad de Dioses), junto a sus figuras humanas, de pumas y águilas, era algo que te subyugaba. Además, recorrí las ruinas de la pirámide (llamada Akapana), varios restos de templos y otros sitios que reflejaban una gran maestría de mampostería, como los monolitos (Ponce, Fraile, etc.). Al cabo de unas 3 horas me di por satisfecho por todo cuanto había visto y aprendido, y proseguí mi viaje en autostop hasta La Paz, adonde llegué ya entrada la noche.