Los sonidos del silencio
«And no one dared to disturb the sound of silence» (Paul Simon)
Peulla es una minúscula población chilena, enclavada en el corazón de los Andes y donde apenas viven unas decenas de privilegiados. El germen que dio origen a este lugar fue una casa de huéspedes, construida para alojar a pioneros que cruzaban la cordillera andina con propósitos comerciales a finales del siglo XIX. Se encargaba de ello una compañía denominada La Chile Argentina, cuyos trabajadores iban de un país a otro llevando fundamentalmente productos del mar en el viaje de ida y artículos de lana en el de retorno a la costa del Pacífico. Con el fin de que sus empleados pudieran descansar en algún momento de tan fatigoso viaje, los dueños de la mencionada empresa crearon para ellos un albergue que más tarde pasó a convertirse en hotel tras un cambio de rumbo dado al negocio.
No es ninguna exageración afirmar que este lugar está considerablemente aislado del resto de Chile, pues ni siquiera hay carreteras que lleguen hasta allí. La mejor manera de acceder a Peulla es en barco, desde un embarcadero situado en una orilla del lago Todos los Santos. Tal sitio es conocido como Playa Petrohué debido a la existencia de una cierta acumulación de arena cercana al lugar de nacimiento del río de igual nombre. Aunque algunos se refieren a Playa Petrohué como una población, en realidad aparte del embarcadero no hay nada más que unos pocos comercios, una especie de hotel y algún punto de acampada. La ruta CH-225, que atraviesa los Andes desde Puerto Varas hasta la frontera argentina, se detiene aquí y se reanuda más allá de Peulla para terminar en un poco transitado puesto fronterizo con el país vecino.
El lago Todos los Santos suele dejar al visitante boquiabierto con su belleza. Al contrario de lo que podría pensarse no es un lago de montaña, pues se encuentra a solo unos doscientos metros sobre el nivel del mar. Pero la imagen de sus tranquilas aguas, que frecuentemente presentan un color verdoso, rodeadas de montañas de altura considerable suele permanecer en la retina de quienes las contemplan. Apenas se nota la mano humana en todo su contorno, cubierto de una vegetación característica a la que se denomina bosque valdiviano. El viajero que llega hasta aquí se encuentra inmerso en un auténtico bosque primario, invariable desde tiempos muy remotos. Debido a ello contiene numerosos endemismos que, por desgracia, son difíciles de apreciar para el profano.
Justo en la otra punta del lago, inserta en este entorno que ha permanecido inmutable a lo largo de muchos miles de años, está ubicada la localidad de Peulla. Aquella empresa de nombre La Chile Argentina fue adquirida a comienzos del siglo XX por el empresario Ricardo Roth que, ante los problemas económicos que presentaba, modificó su ámbito de negocios dedicándola a fines turísticos. La casa de huéspedes original fue por consiguiente convertida en un hotel, que aún sigue en funcionamiento en la actualidad. Sus descendientes son todavía dueños y señores de todo lo que hoy día puede verse en la aldea, pero por suerte han sido tradicionales defensores de tan privilegiado lugar, que no ha sido influenciado prácticamente nada en los casi cien años transcurridos desde que allí se establecieron.
Acompañados de una guía de Andina del Sud, denominación actual de la empresa, salimos en busca del aire puro y los inalterados paisajes de los alrededores. Debe su nombre Peulla al río homónimo, que desemboca en el lago Todos los Santos procedente de las cumbres andinas. Es posible seguir el curso fluvial hasta llegar a su encuentro con el río Negro, proveniente de Argentina donde da nombre a una provincia del país. Insertos en tan excepcional contexto, donde la majestuosidad de los árboles y la alegría de los riachuelos lo impregnan todo, llegamos a un pequeño lago de superficie calma, que hace honor a su nombre de laguna El Encanto. Mientras navegábamos sus aguas cristalinas la guía nos pidió que bajáramos el tono de voz para poder apreciar el entorno en toda su plenitud. Su iniciativa tuvo éxito y durante unos mágicos momentos nadie osó perturbar los sonidos del silencio.