Mar Vivo
Conocido también como lago Tiberiades o lago de Genesaret, el mar de Galilea está situado al noreste de Israel, donde marca la frontera con los disputados altos del Golán. Al igual que el cercano y más renombrado Mar Muerto, se encuentra inserto en la falla del Rift, que se extiende hacia el sur hasta casi alcanzar los confines del continente africano. Las comparaciones entre ambos suelen ser inevitables y aunque el primero sale perdiendo en cuanto a su tamaño unas tres veces inferior, tiene la ventaja de estar compuesto de agua dulce. Esta diferencia primordial lleva tanto al propio lago como a su entorno a estar llenos de vida, distinguiéndolos sobremanera de la aridez del terreno y la ausencia de seres vivos tan característica de su famoso vecino.
Los hebreos conocen al río Jordán como el que fluye hacia abajo y tal denominación resulta de lo más apropiada. Especialmente si se tiene en cuenta que en su recorrido salva un desnivel de aproximadamente mil metros entre su nacimiento y su desembocadura en el Mar Muerto. Entre medias cruza de norte a sur el lago Tiberiades, localizado ya más de doscientos metros por debajo del nivel del mar y a quien proporciona un cuantioso aporte de agua dulce, para pasar a ir tornándose poco a poco en salado conforme se va acercando el final de su trayecto. Podría pensarse que el destino de este río mítico es servir de nexo entre la vida y la muerte. No en vano deja buena parte de aquella en el mar de Galilea y va perdiendo paso a paso el resto, hasta llegar al Mar Muerto casi carente de esa energía vital que disfrutaba durante su infancia en las estribaciones de las montañas del Antilíbano.
Desconozco si la extrema aridez de Judea fue la razón por la que Jesucristo decidió emigrar hacia el norte, pero el hecho de que la mayor parte de su vida transcurrió en Galilea parece confirmado. También fue aquí, en las inmediaciones del lago de Genesaret, donde se produjeron la mayor parte de sus milagros, tal y como relata el Nuevo Testamento. Concretamente fue en el mar de Galilea donde anduvo sobre las aguas hasta alcanzar la barca en la que se encontraban sus discípulos o donde acabó con una tormenta que los asustaba ordenando al terrible viento que se detuviera. Y en sus orillas, en la zona hoy conocida como Tabgha, tuvo lugar la multiplicación de los panes y los peces, cuando con tan solo dos de éstos y cinco de aquéllos consiguió alimentar a una multitud de varios miles de personas.
En el lugar donde se supone que ocurrió este último milagro se levanta hoy la iglesia de la Multiplicación que, aunque no posee demasiado interés históricamente hablando pues fue construida a finales del siglo XX, conserva algunos mosaicos del templo original, datados probablemente en el siglo V. Cerca de allí, la iglesia del Primado de Pedro mantiene algunas trazas de un edificio primigenio construido en el siglo IV, que fue destruido durante una invasión otomana como el anterior. La versión actual es de la primera mitad del siglo XX y está erigida sobre una roca, que aún puede apreciarse en su interior, sobre la que un Jesucristo resucitado por tercera vez compartió un frugal almuerzo con sus discípulos. A su término eligió a Simón, que desde entonces pasó a llamarse Pedro, como guía de los pasos de sus fieles.
Leyenda para unos, hechos auténticos para otros, lo que resulta innegable es la importancia histórica que tiene el mar de Galilea como una de las cunas de nuestra civilización. Hasta allí llegó a finales del siglo IV Egeria, mujer hispana que fue una auténtica pionera como viajera y escritora entre su género y que, en su Itinerarium Egeriae, dio su particular visión de los hechos acaecidos en este lugar unos centenares de años atrás. A pesar de que el objetivo final del viaje de Egeria se circunscribía a la peregrinación, en cierto modo marcó el camino a quienes se acercan hasta lo que algunos llaman Tierra Santa, bien sea con fines religiosos o simplemente por curiosidad. Cualquiera que sea el motivo, todos ellos pueden contemplar el milagro de la vida, todavía vigente en este lago Tiberiades que merecería fuera incluida la de Mar Vivo entre sus múltiples denominaciones.