Divide y unirás
La tarea no parecía sencilla. Se trataba de unir en una sola dos ciudades que hasta entonces habían desarrollado trayectorias muy diferentes. En realidad, ni siquiera eran dos tan solo, pues la zona situada al norte de una de ellas siguió su propio camino desde tiempos remotos y, por consiguiente, era considerada una villa más. Para complicar aún más la operación, la frontera que las separaba, un río de anchura evidente y considerable caudal, debía de pasar a ser un nexo de unión entre ellas a partir de entonces. La única manera de hacer viable el proyecto de comunidad entre localidades tan diferentes parecía ser tendiendo lazos, en forma de puentes, que las aproximaran. Y así se obró el milagro de poner cara a cara dos poblaciones que hasta entonces vivían de espaldas una a la otra.
Los ciudadanos de Buda recibieron horrorizados la propuesta de unión con la cercana villa de Pest, situada en la orilla izquierda del Danubio. Fieles a sus costumbres, tradicionales y conservadores no podían entender qué tenían ellos que ver con los tan liberales y modernos habitantes del otro lado. Hablaban éstos predominantemente húngaro, mientras que sus vecinos preferían el alemán para comunicarse. Y, para hacer todo más difícil aún, en Buda practicaban fundamentalmente la religión católica, mientras que en la orilla oriental del río el credo predominante era el protestante. Menos problemas parecía presentar la integración de Óbuda, literalmente viejo Buda, que, al ser fundada por los romanos con el nombre de Aquincum, había sido el germen de esta villa antes de que sus destinos divergieran con el paso de los siglos.
No terminaban las desigualdades aquí, puesto que orográficamente tanto Buda como Pest presentaban también aspectos bien distintos. La primera estaba situada en una zona de colinas, cubiertas de abundante vegetación, al oeste del Danubio, mientras que la villa vecina se ubicaba en una planicie semejante a una estepa, que recuerda a la puszta húngara. Aunque la ciudad resultante ha evolucionado desde que se produjo la unificación en 1873 y pasó a denominarse Budapest, estas diferencias son evidentes incluso hoy día. Así, la mayoría de las oficinas, comercios y locales de ocio están situados en la llana Pest, donde existe un ambiente considerablemente más festivo y ruidoso. Por el contrario, la tranquila Buda destaca por sus parques y barrios residenciales, siendo la preferida por los habitantes de la capital húngara para establecerse.
Donde no existen demasiadas divergencias entre ambas es en la cantidad y calidad de monumentos que ofrecen al visitante. En Buda se encuentra la iglesia de Matías, templo de aspecto gótico que es el más destacado de la ciudad, el Bastión de los Pescadores, atractiva terraza sobre el Danubio, y su famoso castillo, para algunos el edificio más representativo de Budapest y que fue residencia de la Corte húngara a lo largo de los siglos. No se queda atrás Pest, que presume del espectacular Parlamento, edificio neogótico allí establecido tras la fusión, así como de la avenida Andrássy, flanqueada por numerosos palacios y edificios de interés, que lleva hasta la un tanto nacionalista pero no menos interesante Plaza de los Héroes, con sus estatuas representativas de los magiares más ilustres.
Ajeno a las realidades dispares que durante siglos se desarrollaron en sus riberas, el Danubio continúa su fluir tranquilo hacia el sur, justo después de haber doblado una curva que cambia radicalmente su curso. Presenta una anchura notable, de hasta medio kilómetro en el centro de la ciudad, que da la impresión de haber sido causada por el tajo de una mano divina empuñando un gigantesco cuchillo. Pero aunque los dioses hubieran pretendido dividir a Buda y a Pest de esta manera, ambas localidades vivieron siempre de cara al río, extendiéndose a lo largo de sus orillas y erigiendo sus monumentos más preciados en sus inmediaciones, como si pretendieran cautivarse la una a la otra con su belleza. Hasta que un buen día, las azules aguas del Danubio, que tradicionalmente las separaban, se convirtieron en el vínculo que las unió para siempre.