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Mencionada en diversos textos datados hace al menos tres mil quinientos años, Beirut tiene un origen presuntamente fenicio. En aquella época la población era conocida como Bêrūt, que significa los pozos, denominación que hace referencia a la presencia de manantiales en la zona. Hacia el año 140 a.C. el asentamiento pasó a manos helenas, siendo rebautizado como Laodicea y reconstruido según el característico diseño de las ciudades de la época. Los romanos llegaron aproximadamente un siglo más tarde y mantuvieron la estructura aunque no el nombre, que pasó a ser Colonia Iulia Augusta Felix Berytus. En tiempos bizantinos sobresalió en Beirut la escuela de Derecho, considerada una de las tres más importantes del Imperio. Los árabes la conquistaron a mediados del siglo VII y en ella se mantuvieron hasta que en el siglo XII fue reconquistada por los cruzados. Aproximadamente doscientos años más tarde pasó a manos de los drusos, que fueron reemplazados por los otomanos con posterioridad. Tras la caída del Imperio otomano se convirtió en posesión francesa hasta la independencia del Líbano en 1943, cuando fue nombrada capital del nuevo estado. Toda esta amalgama de civilizaciones ha dejado su huella en la localidad, conocida por su cosmopolitismo y su diversidad religiosa. Apodada París de Oriente Medio, Beirut muestra una arquitectura que recuerda a la europea en su Distrito Central, donde sobresalen construcciones como la catedral maronita de San Jorge o el Museo Sursock. En cuanto a sus tradiciones, cabe mencionar la caligrafía árabe, especialmente en sus barrios occidentales, así como el típico desayuno libanés llamado al-Man’ouché. Aproximadamente medio millón de habitantes residen en el municipio, cuya economía está fundamentalmente basada en el sector servicios, con especial relevancia en las finanzas y el turismo.
