Mensajeros de los dioses
Nara es una ciudad de larga tradición e historia en Japón, que incluso llegó a ser la capital nipona allá por el siglo VIII. Situada en el centro del país, no lejos de la también histórica pero más conocida ciudad de Kioto, es actualmente una pequeña y tranquila urbe que destila cierto aire provinciano. De su pasado esplendor, Nara conserva una serie de templos budistas, algún que otro santuario sintoísta, un palacio e incluso un cautivador bosque primigenio. A tan numerosos atractivos hay que añadir, además, la posibilidad de poder pasear por el parque de igual nombre que la villa, e incluso por algunas de sus calles, rodeados de ciervos sika, que se sienten atraídos por la presencia del visitante y dispuestos a ser alimentados de su mano.
Kōfuku-ji es un templo budista fundado en el siglo VIII, que llegó a ser uno de los más importantes de Japón en el pasado. Aunque con el paso del tiempo perdió buena parte de su fama y muchos de los edificios que constituían el complejo, su interés es aún considerable tanto arquitectónicamente como debido al hecho de ser la sede nacional de la escuela budista Hossō. Contiene varias edificaciones que están declaradas Tesoro Nacional, como las estancias de forma octogonal denominadas Hoku’endō y Nan’endō. También cabe mencionar el aposento conocido como Tō-kondō, que alberga diversas y significativas representaciones de Buda. No hay que olvidar tampoco las dos pagodas existentes en el complejo, Sanjū-no-tō de tres niveles y Gojū-no-tō de cinco, esta última la segunda más alta del país.
En Nara se encuentra el edificio de madera considerado el más grande del mundo, conocido como Daibutsu-den y construido para albergar un daibutsu, o gran estatua de Buda. Forma parte del complejo del templo budista Tōdai-ji, instituido también en el siglo VIII, durante el periodo más brillante de la ciudad. Se cuenta que en aquella época existían en ella dos pagodas de cien metros de altura, los edificios más altos del mundo tras las pirámides de Giza entonces. Quizás tal afirmación forme parte de una leyenda pero lo cierto es que las dimensiones del daibutsu impresionan bastante. No lejos de la estatua se encuentra una columna de madera con una abertura de medio metro de diámetro en el centro. Ése es exactamente el tamaño de los orificios nasales del Buda y se dice que quien sea capaz de pasar por ese agujero será iluminado en su próxima reencarnación. Algunos lo intentan aunque pocos lo consiguen.
Como suele ser habitual en Japón, los templos budistas conviven en perfecta armonía con los santuarios sintoístas. El más antiguo e importante de estos últimos en Nara es Kasuga-taisha, igualmente datado en el siglo VIII. Como es costumbre en los lugares de devoción sintoísta, Kasuga-taisha presenta un torii, o puerta de acceso, de color rojo, tonalidad predominante en el complejo. Por todas partes se observan las características linternas, esculpidas en piedra o bronce y cuyo número alcanza las tres mil. Debe ser todo un espectáculo verlas lucir a la vez, pero esto ocurre solo en contadas ocasiones cada año. El santuario se enmarca en el bosque denominado Kasugayama, cuya diversidad de vegetación primaria lo ha llevado a estar protegido nada menos que desde el siglo IX.
Tan extraordinario lugar sirve de habitáculo para numerosos ejemplares de ciervo sika que, de acuerdo con la tradición sintoísta, son considerados mensajeros de los dioses. Se dice que un dios mitológico llegó a Kasuga-taisha montado en un ciervo blanco para guardar la antigua ciudad de Nara y, desde entonces, estos cérvidos protegen tanto a esta villa como al resto del país. De manera cotidiana, efectúan un recorrido que los lleva desde el bosque hasta Nara Kōen, donde se dejan alimentar con una especie de obleas que allí pueden adquirirse. Se rumorea que incluso alguno de ellos responde inclinando la cabeza al estilo japonés si te ve hacer lo propio. A pesar de intentarlo, no tuve la suerte de ver ninguno saludando de esta guisa. Quizá los dioses no tenían ningún mensaje que transmitirme en aquella ocasión.
Nara es, con diferencia, mi ciudad favorita de Japón (al menos entre las que conozco). Pasear por el parque, contemplar las pagodas de Kōfuku-ji, atravesar la gigantesca puerta Nandaimon, estar cara a cara con el Gran Buda, perderme entre las infinitas hileras de linternas de Kasuga-taisha… ¡y por supuesto vigilar que los ciervos no me roben nada! Nunca olvidaré aquél día, y volveré siempre que pueda.
¡Muy buena entrada! Me ha gustado mucho 🙂
Estoy bastante de acuerdo con tu opinión. Para mí Nara fue una sorpresa muy agradable y tengo excelentes recuerdos de esa pequeña ciudad. También de Kamakura, aunque en este caso porque tuve la oportunidad de ver su Daibutsu, con el que soñaba desde niño. Los valores tanto culturales como naturales de Nara y alrededores son incuestionables, es un lugar al que me gustaría volver.
Muchas gracias por tus palabras y un abrazo.
Buen post Floren. Nara es mi ciudad favorita de Japón y también la que mejor conozco porque mis suegros viven allí. Unas cuantas curiosidades:
– Nara tiene una serie de templos impresionantes en los alrededores, forman parte del grupo PdH y reciben muchas menos visitas de turistas extranjeros ya que es más difícil llegar y la mayoría de la gente se queda en el precioso parque (Nara-Koen). Los más importantes son Yakushiji y Horyu-ji, este ultimo PdH él «solito» y votado más de una vez como el templo más bonito del país en encuestas internas.
– Los ciervos de Miyajima se los llevan desde Nara cuando ya han crecido y están acostumbrados a la presencia humana, por eso se portan igual.
– Aparte del parque, en el núcleo urbano se puede visitar Naramachi, la parte vieja de la ciudad, con casas y tiendas tradicionales. Lo normal es que te digan que veas Nara en un día o incluso medio, yo siempre digo que compensa quedarse 2 o, al menos, pasar allí la noche para tener más tiempo para verla.
un abrazo
Creo que debe compensar el hecho de pasar dos o tres días en Nara, porque me pareció un lugar con mucho que ver. El problema de mi viaje a Japón (y de varios otros) es que pretendíamos visitar demasiados sitios en poco tiempo, así que fuimos en el día desde Kioto. Así, templos como Hōryū-ji, uno de los más antiguos de Japón tengo entendido, se me quedaron en el tintero. Del Yakushi-ji no había oído hablar cuando estuve por allí pero me he releído tu entrada sobre el onioishiki y parece una ceremonia muy interesante. Y algo que me gustó mucho y no he mencionado en el post es el Shōrō del templo Tōdai-ji, atractivo pabellón de madera que alberga la campana más grande (y no sé si más antigua) de Japón. Nara tiene historia para dar y tomar.
Curioso lo que mencionas sobre los ciervos sika, supongo que en Nara hay superpoblación y los llevan a otros lugares con más espacio.
Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.