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Región de Murcia

El Escorial huertano

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Como cabía esperar, una edificación tan grandiosa e innovadora como lo fue en su tiempo el monasterio de El Escorial dejó su impronta en una retahíla de construcciones similares que vinieron después. Y lo hizo no solo en su imagen y sus dimensiones, sino también en el apodo con el que varias de ellas, incluso anteriores en el tiempo, comenzaron a ser posteriormente conocidas. Así, al monasterio de Santa María la Real de Oseira se le empezó a llamar El Escorial gallego tras una reconstrucción culminada en el siglo XVII. De la misma manera, el monasterio de San Juan Bautista de Corias, que hubo de ser reedificado en el siglo XVIII tras ser asolado por un incendio, es conocido como El Escorial de Asturias. Al monasterio de Uclés, cuyas obras finalizaron previamente a las del propio Escorial, se le denomina El Escorial de la Mancha. Y el monasterio de los Jerónimos, finalizado en su versión actual durante la primera mitad del siglo XVIII, ostenta el título oficioso de El Escorial murciano.

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Primigeniamente fundado por encargo de don Alonso Vozmediano, que buscaba un templo donde ser enterrado, el monasterio de San Pedro de La Ñora tomó el nombre de la pedanía en la que se ubicaba. Ocurría esto durante la segunda mitad del siglo XVI y el cenobio resultante se situaba en las inmediaciones del río Segura, estando sometido a las habituales crecidas del mismo. En 1648 se produjo una gran riada, que afectó seriamente al edificio, por lo que se tomó la decisión de trasladarlo a un emplazamiento más seguro. Se encontró un lugar más hacia el interior, a resguardo de los embates del río, en el territorio perteneciente a la también pedanía de Guadalupe, hecho que ocasionó cierta polémica aunque se respetó su denominación original.

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Las obras le fueron encargadas al monje jerónimo Fray Antonio de San José, quien, como no podía ser de otra manera, se inspiró en el ya concluido Monasterio de El Escorial. Los trabajos se iniciaron en 1702 o 1705, según la fuente que se considere, y se dieron por finalizados con la inauguración de la iglesia en 1738. El resultado es un complejo monástico de grandes dimensiones, pensado para estructurarse en torno a dos claustros, aunque al final solo se construyó uno. Consta de tres alturas: la planta baja rodea el magnífico claustro barroco y en ella estaban situados el refectorio y la sala capitular; la primera planta albergaba las celdas de los monjes; por su parte, la segunda planta estaba destinada a hospedar a los novicios. Sobresale el templo, cuyas tres naves muestran una exuberante decoración barroca.

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Tras unas décadas de tranquilidad, en las que la aproximadamente treintena de monjes jerónimos que habitaban el cenobio se dedicaban a cultivar las huertas circundantes, la situación cambió a comienzos del siglo XIX. Primero, la funesta Guerra de la Independencia, que vino seguida de una hambruna y diversas epidemias. Más adelante, el denominado Trienio Liberal, cuando el monasterio fue expropiado, aunque los religiosos pudieron recuperarlo tras su finalización en 1823. Y, por último, la aciaga Desamortización de Mendizábal, que llevó al abandono total del recinto monacal, afectaron seriamente a la construcción. Fue tras esta última cuando empezó a ser conocida como Monasterio de los Jerónimos, haciendo honor a sus legítimos propietarios.

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Siguieron tiempos difíciles para el desgraciado monasterio. Al no poder ser subastado, debido a la falta de licitadores tras la desamortización, siguió perteneciendo a la Iglesia católica pero a los monjes se les impidió regresar, con lo que el complejo quedó sumido en un progresivo abandono. Posteriormente fue utilizado como manicomio, asilo y hospital. También se dio en usufructo a los jesuitas, que lo usaron como noviciado, y, durante la desdichada Guerra Civil, el bando republicano lo requisó y lo utilizó como centro de instrucción de pilotos. A partir de 1996 fue cedido a la Universidad Católica de Murcia (UCAM) y en la actualidad sigue sirviendo como sede principal de esta institución. Después de tanto sufrimiento, El Escorial huertano resurgió de sus cenizas al ser dedicado a un fin tan noble como el de la enseñanza.

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