Bajo una acacia roja
Wat Xieng Thong, o templo de la ciudad dorada, es seguramente el más conocido e importante entre la gran cantidad de templos que pueden encontrarse en la ciudad de Luang Prabang, y por ende en todo el territorio de Laos. Fue construido en el siglo XVI por el rey Setthathilat, con el fin de rendir homenaje a un comerciante que vivió en el siglo VIII y del que se dice fue el primer rey de Luang Prabang. Y aunque no es el más antiguo de la villa, suele resultar el más atractivo para la mayoría de los visitantes que en número creciente se acercan a esta ciudad tan apacible como hermosa. Su estratégico emplazamiento en la orilla del Mekong también contribuye a dar a todo el recinto de Wat Xieng Thong una apariencia de calma, que invita a una actividad tan propia del budismo como la meditación.
La construcción de mayor tamaño y más fotografiada del complejo es la capilla principal o sim, que fue erigida como eje central del templo en sus orígenes, aunque ha sido restaurada en diversas ocasiones con el paso del tiempo. Su espectacular tejado escalonado en tres niveles no deja indiferente a nadie y es todo un símbolo de la singular arquitectura laosiana, sirviendo como modelo para numerosas edificaciones posteriores. Destaca en él también su cuidada y elegante decoración, que combina colores como el rojo, el negro y ese dorado al que hace referencia la denominación del templo. Sin olvidar un curioso elemento, el dok so fa, ornamento situado en la parte central del tejado apuntando al cielo, que simboliza el patrocinio real del santuario y contrasta con los laterales de la cubierta, que casi llegan a tocar el suelo.
Estuvo Wat Xieng Thong bajo custodia de la familia real laosiana durante centenares de años, hasta que ésta fue depuesta en la segunda mitad del siglo XX y el país quedó sometido a un régimen comunista, bastante más suave que el de otros países del entorno afortunadamente. Tras la muerte del rey Sisavang Vong, acaecida en 1959, comenzó a construirse una estructura para albergar el carro funerario en el que se trasladaron sus restos para ser incinerados, de colosales dimensiones y esmerada ornamentación. Allí se guardan también otras urnas funerarias, reliquias ceremoniales y diversos elementos religiosos adicionales. La puerta de acceso al edificio está profusamente decorada con símbolos extraídos del Pha Lak Pha Lam, versión laosiana del texto épico hinduista Ramayana.
Existen también en el complejo otras estructuras, que incluyen pabellones, capillas y santuarios, llegando a alcanzar en total la veintena y que se distribuyen en el cuidado jardín del recinto. Destaca entre ellas la llamada capilla roja, así denominada por el color rosáceo que muestran sus paredes y con un curioso tejado en forma de navío. Se guarda allí una estatua de Buda reclinado, de las más antiguas y veneradas de la ciudad. Junto a ella se encuentra otra pequeña construcción a la que se conoce como la biblioteca, pues contiene textos budistas sagrados, como el Tripitaka. No hay que dejar de echar un vistazo al cercano pabellón, que alberga una estatua de Buda sentado y mantiene la estructura predominante en el complejo. Sin olvidar otro, algo más alejado, que da cobijo a la campana con la que se convoca a los monjes a las plegarias, tal y como se acostumbra a hacer en los templos budistas.
Mientras Daniel y David mantenían una animada charla con otros visitantes de Wat Xieng Thong y yo me dedicaba a tomar fotos por el recinto, Diana fue a descansar bajo la sombra de una acacia roja. Allí entabló conversación con dos novicios, que bajo sus túnicas anaranjadas dejaban el tiempo pasar. Cuenta la leyenda que dos ermitaños se sentaron a meditar bajo uno de estos árboles, de preciosas flores cuya tonalidad es asimismo naranja, y ese fue el lugar elegido para erigir la capilla principal del templo, en cuya parte posterior está representada una acacia roja como símbolo. Curiosamente, aquel día de 2009 Diana llevaba un vestido de idéntico color azafrán y, desde la distancia, su tranquilo coloquio con los monjes asemejaba un acercamiento entre dos civilizaciones tan distintas pero con tanto interés por aprender una de la otra.
Me llama mucho la atención la forma del tejado. Me gusta.
Y la conversación con los novicios se me antoja mas que interesante 😉 como cualquier intercambio cultural ^_^
Éste es quizás el templo budista más hermoso que he visto. Su tejado marcó tendencia además, y muchos templos de Laos lo imitan, aunque no lleguen a superarlo estéticamente. Es una maravilla.
Muchas gracias por tu comentario.