Cirio versus estaca
Habitual autor de sentencias contundentes, Pío Baroja definió a la perfección la idiosincrasia hispana con menos de veinte palabras. Lo hizo al afirmar que los españoles siempre van detrás de los curas; unas veces con un cirio, otras con una estaca. Retrataba así el espíritu cainita de un pueblo cuyos integrantes parecen haber sido condenados a vivir en una eterna dicotomía. El carácter antagónico de los españoles se ha puesto frecuentemente de manifiesto a lo largo de su vasto pasado, llevando a enfrentamientos que, en demasiadas ocasiones, han terminado en tragedia. Y la relación de los ciudadanos con la Iglesia católica no solo no es la excepción, sino que probablemente constituye el ejemplo más claro de esta acusada bipolaridad.
Celebración tradicional donde las haya, la Semana Santa es la conmemoración cristiana de la pasión y muerte de Jesucristo, que se lleva a cabo anualmente durante los días que rodean a la primera luna llena de primavera. Resulta difícil discernir cuando tuvo lugar por primera vez esta efeméride, pero ya en el primer concilio de la Iglesia católica se dieron pautas al respecto de la fecha en la que debería ser celebrada la Pascua de Resurrección. Ocurría esto en el año 325 de nuestra era y tal evento no ha dejado de ser conmemorado desde entonces. Vigilias, penitencias, representaciones y procesiones se suceden durante esos días en toda la cristiandad, con diferencias de forma pero manteniendo un fondo común.
Por razones obvias, puesto que fue el lugar donde pasé la infancia, mi primer contacto con la Semana Santa se concretó en la población extremeña de Valencia de Alcántara. Ya desde niño me sentí atraído por estas muestras de fervor popular, aunque siempre más enfocado al papel de espectador que al de protagonista. La Semana Santa valenciano-alcantarina se viene celebrando al menos desde el siglo XVI y se ha prolongado hasta nuestros días. La participación ciudadana se pone de manifiesto en la existencia de dos cofradías, que son las encargadas de organizar las cinco procesiones que, con mayor o menor fortuna, habitualmente se llevan a cabo.
Mucho más multitudinaria resulta la Semana Santa murciana. Durante las más de veinte procesiones que tienen lugar en esas fechas en Murcia, diversas calles de la ciudad aparecen colapsadas y numerosos ciudadanos se congregan para ver los desfiles. Cerca de cien pasos, muchos de ellos auténticas obras de arte, son exhibidos durante los eventos, en lo que podría calificarse con toda propiedad como un museo al aire libre. Contribuyen de manera destacada a la correcta realización del evento las aproximadamente veinte cofradías existentes en la población, que suman decenas de miles de componentes entre todas ellas. Creo que no me equivoco al afirmar que la Semana Santa murciana es, en conjunto, la más vistosa e importante de España.
Con la constitución de España como país laico, voces cada vez más numerosas reclaman la limitación, e incluso la supresión, de la Semana Santa en todo el país. Como prueba de la bipolaridad nacional, empiezan a programarse actividades de lo que se ha dado en denominar Semana Santa laica, en un intento de evitar o incluso ridiculizar el sentimiento religioso que conlleva la conmemoración auténtica. Despojar a la Semana Santa de su carácter religioso no deja de ser un sinsentido, pero lo es más aún el hecho de pretender acabar con una tradición milenaria sin parangón como ésta. Desafortunadamente para ellos, parece que el cirio sigue sacando una importante ventaja a la estaca. Al menos, por el momento.