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12 sueños infantiles hechos realidad

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Desde mi más tierna infancia viajar fue el hilo con el que se tejieron mis sueños. Cabalgando a lomos de mi imaginación realicé numerosos desplazamientos a lo largo y ancho del planeta, espoleado por las múltiples lecturas que siempre me acompañaron. De esta manera di la vuelta al mundo junto a Phileas Fogg, viví numerosas aventuras en las procelosas aguas de un Caribe infestado de piratas bajo las órdenes del Corsario Negro y supe cómo sobrevivir en una isla desierta comiendo tan solo el fruto del árbol del pan gracias a los consejos de mi amigo Ralph Rover. Junto a ellos y muchos otros atravesé océanos, crucé desiertos, sobreviví a las dureza de la estepa y llegué incluso a alcanzar el Polo Norte.

Algunas de esas ilusiones infantiles se han hecho realidad con el tiempo. Otras quizás no lo harán nunca. Pero dediquémosles esta entrada a las primeras, aquellas que un niño soñador pensaba que eran fruto de su imaginación y que jamás las alcanzaría. Aunque, sin saber muy bien cómo, se han ido cumpliendo una tras otra. Porque hasta tan gran dramaturgo como quien afirmó que los sueños, sueños son corre el riesgo de estar equivocado.

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Islas del Pacífico Sur: Desde que con unos diez años leí la novela La isla de coral, escrita a mediados del siglo XIX por el escocés Robert M. Ballantyne, me convencí de que algún día iría a esta zona tan alejada del Planeta. Cumplí mis deseos en 2008, cuando tuve oportunidad de pasar un tiempo en la tongana isla de Fa’fa.

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Daibutsu de Kamakura: La mirada del Daibutsu, gran estatua de bronce de Buda construida en el siglo XIII en la localidad nipona de Kamakura, se me quedó grabada tras ver su imagen en un libro titulado Todas las maravillas del Mundo. Entonces supe que un día lo vería frente a frente, algo que logré en 2005.

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Mezquita de los Omeyas: Si hay una obra de arquitectura islámica que me haya fascinado desde que tengo recuerdos, ésa es sin duda la mezquita de los Omeyas de Damasco. Nunca tuve dudas de que tarde o temprano la tendría ante mí y lo hice en 2006.

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Geysir: Entre los fenómenos que la naturaleza nos depara, el que siempre me resultó más atrayente fue el de los géiseres. No sé si por su rareza o por su espectacularidad, el caso es que ya desde muy niño me quedaba embobado ante esas columnas de agua que se elevan casi milagrosamente. Fui testigo de ello en 2002 al ver en acción los islandeses géiseres de Haukadalur, entre los que se encuentra el mítico Geysir.

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Baalbek: Realmente desconozco el porqué, pues con toda seguridad hay numerosos sitios arqueológicos más valiosos e impactantes. Pero cuando, a pesar de todos los problemas habituales en esta zona del Líbano, conseguí visitar Baalbek en 2006 debo admitir que se me saltaron las lágrimas de la emoción que sentí.

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Dunas del Sáhara: No recuerdo bien el motivo, aunque probablemente esté relacionado con alguna lectura, pero las caravanas de camellos recorriendo la inmensidad del desierto me resultan una imagen recurrente. Cuando, ya siendo adolescente, leí la novela Tuareg mis ganas de ver las dunas sin fin del Sáhara se incrementaron aún más y el deseo me fue concedido en 1996 en la parte tunecina del Gran Erg Oriental.

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Angkor Wat: Debió ser la visión de la película de Disney El libro de la selva la que me hizo sentir cerca el templo camboyano de Angkor Wat desde muy niño. Tanto, que cuando estuve frente a él en 2009 su imagen me resultó tan familiar que me pareció haberlo visitado en numerosas ocasiones tiempo atrás.

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Monte Cervino: La imagen de esta montaña que parece diseñada con tiralíneas me acompaña desde que la vi por primera vez en las cajas de lápices de colores marca Alpino. Siempre pensé que no podía existir otra tan hermosa como ella, y mis impresiones quedaron confirmadas por completo durante el verano de 2013 en Suiza.

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Catedral de San Basilio: Con sus coloridas cúpulas bulbosas elevándose hacia el cielo moscovita, la catedral de San Basilio siempre me pareció producto de la imaginación de un niño. Pude comprobar que era real en 1991, aunque volví a visitarla un par de veces más en años posteriores para asegurarme de que aquel encuentro no había sido solo un sueño.

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Serengeti: Fascinado por las imágenes de la sabana africana que había visto en algunas películas, ya desde muy niño decidí que algún día tenía que visitar el parque nacional tanzano de Serengeti. Lo hice en 2002 y la imagen de sus leones vagando por la grandiosidad de la sabana permanecerá para siempre en mi retina.

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Cabo de las Tormentas: Lugar mítico donde los haya, el cabo de Buena Esperanza atrajo mi atención cuando me relataron las hazañas de navegantes lusos que consiguieron doblarlo a finales del siglo XV. Tuve que esperar unos años, pero en 2000 conseguí viajar a Sudáfrica y llegar hasta el punto donde los océanos Atlántico e Índico unen sus aguas.

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Mar Muerto: Ya desde muy niño me resultaban sorprendentes las imágenes de gente flotando en las salinas aguas del mar Muerto, ese extraño lago situado a más de cuatrocientos metros bajo el nivel del mar. Cuando pude darme un baño en su orilla jordana en 2006 supe que quizás mi sueño infantil por excelencia se había cumplido.

4 COMENTARIOS

  1. Casi se me pasa un post de los que a mi me gustan 🙂

    Pues coincidimos en varios, aunque de los 12 que nombras solo he estado en 3. Ahora te toca hacer otro con los que aun te quedan por cumplir, que seguro que los hay a pesar de tu extensísimo CV

    Por cierto, ya que te gusto Tuareg…has leído Anaconda? son las memorias de AVF de cuando era periodista y reportero recorriendo todo el mundo? están muy entretenidas

    un abrazo y a por otros 12 más

    • Me quedan muchos sueños por cumplir, no sé si por suerte o por desgracia. Uno de los mayores es Machu Picchu, otro el desierto de Kalahari. Quien sabe, quizás pueda llegar hasta estos lugares algún día.

      Aunque leí bastantes novelas de Vázquez Figueroa, creo que Anaconda no estaba entre ellas. Aparte de gran escritor, es todo un personaje. Una vida muy interesante la suya.

      Un abrazo.

  2. Yo crecí leyendo «Lugares Maravillosos» de la colección El Mundo de los Niños. Era un libro mágico que me transportaba a lugares increíbles y con los que no he dejado de soñar desde entonces… Como decía el poeta ….
    ¡ Ay de aquellos que han osado emprender el Camino del Viajero! Porque se afanarán por satisfacer en vano su insaciable pasión por los viajes y nunca considerarán haber viajado lo suficiente. A esas almas vagabundas solo les aguarda desasosiego.

    • En mi opinión, la lectura es la mejor herramienta para desarrollar la imaginación infantil. Te ayuda a soñar, al contrario de lo que hace el vídeo, que no deja resquicio alguno a formarte tu propia opinión sobre un tema determinado. Desde luego, mi infancia y mi vida posterior no hubieran sido las mismas sin aquellas novelas de aventuras que tanto me ayudaron a desarrollarme como persona.

      Muchas gracias por tu comentario.

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